lunes, 5 de febrero de 2018

EL DINERO NO HACE LA FELICIDAD


   Me eligieron por ser el más responsable de la familia. Llegó la noticia desde Marsella, mi tío abuelo había muerto dejando una fortuna, siendo nosotros sus únicos parientes, éramos beneficiarios de la herencia.
   A mí nunca me interesó el dinero, tal vez por eso fui el encargado de traer semejantes valores. Ya en el despacho del notario me fueron entregadas cifras que no me cabían en la cabeza. Abrí una cuenta en el Banco Nación de Marsella y deposité la plata.
   Fui sacando de a poco para cada viaje que hacía. Estuve en mis países predilectos, islas con palmeras y mujeres infartantes. Conocí las pinturas de los grandes y sus obras me llenaron los ojos. Vivía de hotel en hotel. Encontré uno que lo compré, miraba al mar y el único turista era yo mismo, tenía personal idóneo que me esperaba al borde del agua con una bata tibia y luego me servía en la terraza los más exquisitos platos de comidas.
   Noté que la fortuna disminuyó a la mitad.
   Volví, mi familia me daba besos y abrazos. Todos asombrados queriendo escuchar mis aventuras. Les conté los cinco años con lujosísimos detalles. Disfrutaron como locos, se adivinaba en las miradas y risotadas.
   Mi padre me llamó al jardín y con gesto de desprecio pidió lo que quedaba. Le informé que en un cambio de avión me robaron la maleta donde había escondido el dinero restante. Estaba tan enojado que me dio cinco bofetadas. Una por cada año de estafa a la familia. Le detuve la mano. Él, agitado decía: —Pensar que tu madre te eligió por ser su preferido.
   —Papá, no fue por eso, ella sabe muy bien que a mí el dinero no me interesa.
                                            

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