Comenzó a
funcionar el primer satélite habitable que tomaba fotos de lugares específicos.
Seleccionaron
dos personas para satelitear el punto máximo de resistencia humana. Los dos
audaces eran católicos, pero se hicieron anglicanos, budistas, taoístas, por si
les daba miedo tendrían varios dioses a quienes recurrir.
Debido al bajo
presupuesto los científicos argentinos levantaron el satélite con globos de gas
atados con alambritos. Respetando la cultura del alambrito, invento criollo. Entraron
vestidos con trajes de amianto amortizado, forrados en gomapluma. Les tomaron
la foto de rigor y cerraron las satelipuertas. El espacio era exiguo.
—Ché ¿Y si nos
sacamos este bodrio de encima y nos quedamos en calzoncillos?
Al otro le
pareció liberadora la propuesta. Ignoraban cuándo era de día o noche.
Comprobaron que el satélite no era el más alto, como les aseguraron, era el más
bajo. Las cámaras se rompieron en el despegue, debieron usar celulares para
fotografiar dónde no había guerra, dónde había más o menos y cuál era el lugar
de la guerra grande. Este último sitio los dejó sin habla, Medio Oriente era
una metástasis Isíaca. Había gente del FBI y la CIA, metidos en el despilfarro
de la muerte.
—¿Qué te
parece?¿Nos volvemos?
Al otro le
pareció lo mejor, muy apropiado porque Argentina era canasta sin pan del mundo,
un lugar seguro, nadie mete mano en nada. Los globos desinflados hicieron el
milagro de traerlos al medio de La Pampa, sanos y salvos. Ante los periodistas
contaron lo visto y mostraron fotos y filmaciones.
La CIA, el FBI y
La Internacional de la Droga, hicieron desparecer el material aportado por los
casi pilotos. Luego, hicieron desaparecer a los casi pilotos.

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