Él
Ya ni me acuerdo
qué cosas me gustaron cuando la conocí.
Ahora no sé si
es linda o fea.
Creo que si se
pinta de verde la cara, no me daría cuenta.
No la veo. No sé
cómo es y lo peor, no sé quién es.
A veces la jodo,
le digo bagayo, enana, gorda, puta. Ahí se pone como loca y yo no la puedo
cortar y la basureo, bien basureada.
Me gusta cuando
se enoja, es el único momento en que le brillan los ojos. Pero a mí no me
alcanza, se me pone todo rojo y le pongo un bollo. No se queja la turra, es de
goma.
Y después le sigo
pegando, eso es lo que tengo, no puedo parar.
Encima, la
boluda me muerde finito el cogote y se queda con un cacho.
Yo agarro la
tijera y se la clavo en la panza, me saca la boluda y se la vuelvo a clavar.
¡Para qué! ¿No agarra un martillo y me da con todo en los dedos del pie?
Bueno y así,
dale que te quemo el pelo, me lo quemó. Y yo dale que te rompo todos los huesos
y se los rompí.
Qué fea que se
puso la idiota! Y cómo me ardía la cabeza…
Me fui a la
mierda, una loca la mina.
Aunque sea un
bajón tengo que hablarle por teléfono, al menos para ver de transar un polvo,
algo.
Ella
Ahora que te
fuiste me doy cuenta. Tengo la ceja partida y esta saliva que me brota entre el
mentón y la boca. De la muñeca quebrada, no te digo nada. Mientras vos
disfrutabas el ruido de mis huesos, yo te martillé el dedo del pie.
El mordisco
simultáneo, me dio la prueba que no sólo los animales desgarran.
Tengo chuchos de
frío cuando me siento los puntazos alrededor del ombligo.
Hay olor a pelo
quemado, todavía y eso que ventilé ni bien te fuiste.
Me da risa
pensar que por un tiempo, vas a ser lampiño.
Lástima que no
me puedo mover.
Justo ahora que
llaman por teléfono.
Y sos vos. Estoy
segura.
Y no deja de
sonar, sos un pesado. Si sabés que te quiero. Cortá!

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