viernes, 2 de febrero de 2018

WURST

                                                
   Se acostó temprano, una siesta larga por los disgustos matutinos y decir no a un buen almuerzo. Llevó comida para sus hijos y su mujer. Pretextó que él, hambre no tenía. Podía dormir tres horas y volver al mismo trabajo que le molía la espalda.
   Hacia las diez de la mañana, llegó la nueva grúa alemana, con cabina papal blindada y un sillón giratorio. El patrón, esclavista, guarro, bestia, haciendo un paneo de ojos lavaderos. Odié no haber hecho el curso de francotirador. Miraba nuestras cabecitas negras de sol y con una lente astro-total, observaba uno por uno nuestro laburo de hormigas desnutridas. Saqué mi telescopio, cuyo servicio era evitar que se me partiera la columna. Vi una hermosa cabeza entre las piernas del chancho, que subía y bajaba. Haciendo porquerías con una mano y comiendo una salchicha alemana con la otra. No sé si fue mi ataque de creyente repentino que unió su fuerza ante la injusticia y desprendió la cabina rumbo a diez cuadras después, cayendo en el recreo del patio de un colegio privado. Algunos niños se pusieron contra la pared y observaron el cuerpo destrozado del explotador nazi, la Señoritinga Felato, sin lengua. La salchicha volvió a Alemania y el sillón giratorio, en el jardín de mi casa, con mi mujer descansando por primera vez en el día.
   La cabina papal blindada, cubrió al Intredente y no hubo caso, ni el uso de la maza y el martillo lograron salvar al currero de su asfixia. Con la indemnización hice el curso de francotirador y aquí estoy, rodeado de propuestas.
                         

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