sábado, 3 de febrero de 2018

RELACIONES ÓSEAS


   —A su edad debe sentirse orgullosa, los huesos tienen problemas, déjelo en mis manos, mientras, le ruego ocuparse en conseguir un buen sicoanalista, yo cabeza no hago.
   Domitila se salió de las casillas: —Doctor quiero que se ocupe de mis huesos, que cuando me los entregue estén con los sobrehuesos artrósicos limados y puedan entrar en funciones. Acá le dejo mi esqueleto completo ¿Para cuándo termina mi trabajo?, así lo paso a buscar.
   Cuando escuchó el portazo con un adiós lejano, se tomó de la barbilla como es común en los galenos.
   Sobre la camilla yacía el esqueleto de Domitila, sin cabeza. Debió ser la que saludó. El resto allí quedó. El Doctor se sintió contento, trabajaría libre, sin la voz de esa gallineta, dando órdenes como si supiera. Dio su último touch y entró la cabeza de Domitila, sola, con pieles que rodeaban su cráneo. Pidió al Doctor que forrara su esqueleto reciclado, con la piel que compró a una señorita por monedas.  
   —Yo hago el trabajo, con mucho gusto. No me haré cargo de los resultados.
   Los resultados fueron óptimos. La paciente se puso de pie, parecía una Venus.
   El Doctor la tomó en sus brazos como a una novia. Se escucharon los primeros crick-crack de los huesos que se partían hasta que Domitila quedó tendida en el piso. Sus huesos eran astillas. Ante el horror del médico, la 
cabeza de aquella mujer le hablaba y hasta le sonreía.
   Las palabras que percibió fueron “hijo de puta”, o algo así, no sabe bien.
                                                          

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