Yo no sé por
qué, me casé con eso. Papá dijo:
—¡Basta de concubinatos! La gente me pregunta
y a mí me da vergüenza.
Lo hice por él y
resultó un tipo bastante vulgar, no leyó un puto libro en su puta vida y su
película preferida: ¡A la Hora Señalada!
Pensé tener un
bebé, se tomó su tiempo, a los cuatro años lucía con orgullo mi panza fútbol 5.
Nació un querubín espantoso, a todos los familiares les parecía divino, a mí
inclusive.
Nunca me
enfermo, pero estos cambios climáticos me produjeron una gripe: “No salgas de
la cama”. Se interrumpió el motor, nadie para cocinar, limpiar y todo lo que
hace que la vida no sea bella. Mi marido no fue capaz de llevarme a una
guardia, traerme un tecito a la cama. Se pidió una licencia de una semana,
calculó que eso durarían mis mareos. Siguió sin atenderme y pasaba la vida
mirando series. No podía odiarlo, un ser tan despreciable, no merecía ni un
juicio de valor.
Me gustó, cazó
una gripe, el doble que la mía. Cuarenta y un grados, llené la bañadera con
agua fría y cubitos. Lo arrastré y logré meterlo. Él deliraba y llamaba a su
Secretaria. Cuando se derritieron los cubitos, quité el tapón de la bañadera,
era muy pesado, el episodio de la introducción me dio lumbago, esta vez le tire
unas toallas y su almohada de cama, en su propio baño. Llamé al Médico, daban
impresión sus labios azules y los ojos fijos en la banderola.
—Sra, son
notables los cuidados que recibió este hombre, por los arañazos vemos que luchó
para vivir. Querida mía, por sus devotas intenciones, este hombre se ganó el
cielo. Está totalmente muerto, por su boca de horror, da prueba que quería
quedarse con Ud.

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