jueves, 22 de febrero de 2018

PLATA EN MANO, CULO EN TIERRA


   ─Mire, Dr. Fernández, lo vengo a ver, porque no tengo más remedio que suicidarme.
   ─Pare… Pare, pare, bsss…, su nombre es, Pablo¿no es así? Bien, “Pablo” ¿Porqué quiere suicidarse?
   ─Usted, me puede ver, Doctor, zapatos italianos, camisa inglesa, sweter bremer, escocés. Anteojos alemanes, óptica de Berlín Occidental. Y esto Dr, 
-Le muestra las llaves de una cupé inglesa- hay más Dr. la casa, el yate, la avioneta, el campo, el dpto. de Cancún.
   Precede con tono de carraspera Froidiana, ─Pablo, lo…interrumpo, porque me gustaría saber, qué sucede con los objetos que enumera; ¿qué tienen que ver, con su decisión tan extrema?
   ─Debo todo. Nada de lo que tengo me pertenece, ni todo lo que enumeré, ni lo que no conté. Es más Dr. Fernández, para llegar hasta aquí, vine caminando. Debo todo. Todo.
   ─A ver, a ver, a ver, dígame Pablo, ¿Usted le pagó a mi secretaria, esta consulta?
   ─No, Doctor. ¿Y con qué?
   ─Le pido Pablo, que se retire de inmediato. Y recuerde, que entre lo que debe, estoy yo y mis minutos perdidos en escucharlo.

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