Voy a preguntar
por el tapial al ermitaño.
—Señor Oliverio,
no quiero interrumpir sus pensamientos.
Es mi vecina, la
que le reza a las flores y se le secan, las saluda cada vez que pasa, les da
besitos, las acaricia, las baña con jabón de bebé, las enjuaga con agua tibia.
—Necesito
consultarlo, mis flores están tan mustias, que algunas agonizan, sufro yo y
sufren ellas, les doy todo el amor que tengo. ¿Será poco? Usted que fue tan
sabio y prudente en su profesión de Psicoanalista, ¿cuál es su opinión acerca
de estas bellezas, casi mis hijas?
Esta mujer tiene
perfiles psicóticos, produce un efecto paradojal en su jardín, morirán todas la
flores juntas y ese día llorará como una loca, fuerte y tupido, mis
pensamientos acusarán esa tristeza, se pondrán agrios y no podré comer más mi
único alimento…viviré mis días hambreado y no tendré fuerzas para atender a mi
único amigo, de los miércoles a las cinco de la tarde.
—Mi querida,
debe dejar que ellas hagan su vida, quizás desean encontrarse consigo mismas,
trate de recordar a sus padres y esa sobreprotección que ejercieron sobre Ud,
tal vez le impidieron tener novios, para que estudiara y se recibiera de lo que
ellos quisieron y no pudieron. Los Padres degluten a sus Hijos, si uno no se
las toma de su casa.
Esta mujer,
¿podrá procesar mis sugerencias? Recuerdo haber tenido dos o tres pacientes con
relaciones florísticas mortales. Una en especial se colgó de una viga y pétalos
mustios le salían de la boca.
No debo pensar
más porque vuelvo a la situación que produjo mi huida, la confusión de
pensamientos. Se me perdían en el aire y logré que desaparecieran. Por eso me
encerré en esta casa y planté pensamientos para recuperar los míos. El agua de
lluvia y la tierra sin fertilizantes, produjo cantidades tan importantes, que
comencé a comer pensamientos.
—¿Me escucha, mi
querida? De hablar con Ud se me han despertado deseos que creía ausentes. La
invito a una visita, por favor use el tapial, yo vivo desnudo, Ud venga igual,
pero con brotes de flores sobrevivientes. Puede que ellas comprendan lo que
haremos y le vuelvan a prender. Eso sí, no me deje brotes de malvón, ni de strelitzias,
comerlas me caen muy mal.

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