martes, 18 de julio de 2023

LA BODA

 

   Me equivoqué de Marido cuando en la Iglesia lo acepté. Pienso que fueron mis Padres, no querían morir sin verme casada con un hombre, que me doblaba la edad.

   —Vamos a pasar la luna de miel en Santo Domingo, de paso me  opero unas verrugas que tengo en los genitales y me saco la paranoia de si son malignas o benignas.

   Deduzco que este cascajo no tendrá nuestras primeras relaciones. Me alegro, puedo dormir toda la noche sin que nadie me moleste. Una amiga de mi Madre, me contó que el hombre con quien contraje matrimonio, era un millonario encubierto. Le quitaron las verrugas y fueron benignas. Cuando íbamos rumbo a casa, dijo:

   —Esta noche será nuestra primera noche, sólo pensarlo me seca la boca.

   Me dio vértigo la sola idea. Tengo una empleada a mi servicio, a la que cuento mis secretos.

   —Te lo pido por favor, vos, esta noche, ¿no podrás hacer de mí? Al Viejo le recetaron Viagra y una crema para anestesiar los pozos de sus verrugas.

   Yo ignoraba que mi empleada, antes de conocernos, fue prostituta, no me importó, al contrario, seguro que estaba acostumbrada a encubicular con cualquiera. Le ofrecí un cheque de mi fortuna. Ella se puso a llorar, agradecida y me prometió que se encargaría cada vez que el Viejo la solicitara.

   Diseñamos una estrategia, que ella padecía una timidez, que la podía atemperar en plena oscuridad y un camisón que le fuera de la cabeza a los pies.

   —Queridita, te espero en la cama y deseo tu cuerpo y tu alma, más tu cuerpo, te diría.

   Ay, qué sorpresa me llevé, la Señora tenía razón, por suerte fue sin iluminación, el Viejo baboso me daba indicaciones.

   —Tomé dos pastillas, a esta edad son imprescindibles a los efectos de consumar, para ponernos cachondos. Aquí tengo esta crema, para los pozos de mis verrugas, quiero que la extiendas con todos tus dedos y la levedad de una geisha.

   Le hice lo que pidió y lo que aprendí con mis clientes. Me extralimité, al Viejo le dio un paro cardíaco.

   Llamé de inmediato a la Señora y le di la buena nueva.

   —¡Lo mataste sin piedad! ¡Si hubiera sabido que este polvo comprado lo llevaba a la muerte!

   Por momentos noté sus gestos asesinos.

   —Esto llevará el castigo que merecés, devolverme el cheque que te otorgué.

   La empleada quedó paralizada.

   —¿Hablo con la Policía?, en la calle Juan Fangulo al 800, la empleada termina de matar a mi querido Esposo.

   Se hicieron presentes de inmediato, cuando trasladaron el cuerpo, el miembro del finado se encontraba erguido como un mástil. El Oficial primero dijo:

   —Esto está duro como una piedra, no sé cómo van a hacer con el cajón mortuorio.

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