jueves, 6 de julio de 2023

LA PINTA ES LO DE MENOS

 

   Al costado de las vías vivía un grupo de cinco o seis crotos. Con latas de asas de alambre, tomaban lo que fuera. Los que compraban pan o manzanas, pasaban cerca de ellos y les regalaban de ambas cosas. Hasta los perros les llevaban pedazos de carne asada.

   Saliendo de la Estación, la joven Melany, volvía de una discusión sin ganas de vivir. Cruzó al rincón de aquellos hombres:

   —¿Puedo sentarme al lado de ustedes, caballeros?

   En segundos le ofrecieron un rincón y el único almohadón, con agujeros, se lo dieron a ella, aceptó una manzana. Los caballeros crotos, miraban a  Melany cómo se le cerraban los ojos. La dejaron dormir y la cubrieron con sus propios abrigos.

   Fueron a comprar dos vinos de caja. La joven Melany estaba recostada sobre pedazos de hormigón y rodeada de botellas de cerveza vacías. Los crotos se amucharon para darse calor.

   Cuentan que esa noche, alguien les arrojó nafta, prendió unos fósforos y los quemó. Nadie se dio cuenta que los seis no estaban. Esa madrugada, unos muchachones, le golpearon la cabeza y el cuerpo, con los envases de cerveza. Melany no despertó, perdió mucha sangre y sintió que se iba lejos, se murió. El único croto que quedaba, llamó al 911. Cuando llegaron les mostró lo sucedido.

   Lo llevaron esposado y en una celda pequeña fue olvidado.

   —Tenés una joven que te espera, pagó la fianza.

   El croto sintió el abrazo, que aquella chica le brindó. Era la misma chica que sufrió los botellazos. Tenía cicatrices ya cerradas. Lo invitó a comer en su casa, un guiso con mucho queso y cuadraditos de pan frito.

   —A los policías les resultó más fácil para cerrar el caso, echarte la culpa de asesinato. Pero ya ves, estoy viva como antes, de los muchachones no se supo nada. Las Justicia para los pobres no existe. Estás conmigo, tengo preparada una habitación para vos solo y dos trajes, herencia de mi Padre.

   Al día siguiente lo encontró sentado en el jardín, tomando caldo en su recipiente de lata con asa de alambre:

   —A mí me gusta ser un croto, ser nómade y encontrar otros como yo, viajar en vagones vacíos y arrojarme del tren, antes que llegue a la estación.

   Melany pidió que la esperara dos minutos. El croto pensó que le iba a dar algún dinero. Apareció vestida de croto:

   —Yo me voy con vos, si permanecemos juntos, nunca te pelees con los demás. Tené en cuenta que a los crotos no nos mira nadie. Para ellos carecemos de existencia. Es mejor diferenciarnos de ellos, eso sí que es libertad.

   Lo tomó de la mano:

   —Ahora somos amigos y después de un tiempo, quién te dice.

   —Mirá que los crotos no nos casamos.

   —Por supuesto, pienso igual. Lo que quieras, pero…quién te dice…

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