Me despierto de mal humor, para escribir
está la noche y el día para observar. Desde que dejé de fumar ando medio loco y
descargo en cuaderno y lapicera. Tengo pesadillas con vida propia, me olvido de
las cosas, soy como un queso gruyere, tengo agujeros ricos pero solos y como la
memoria se hace cada vez más exigua, trato de leer lo que llega a mis manos.
Los libros que más me han gustado me amplían expectativas. Tengo setenta y
cuatro años y soy tan ingenuo que pienso que el futuro todavía existe.
¿Cómo se relacionan los otros con la
estupidez humana? Tiene cuarenta años mi hijo y dice cosas como:
─Viejo, la estupidez humana existió siempre
y seguirá. ¿O vos a veces no te sentís estúpido? En la última entrevista que te
hicieron te preguntaron qué es lo que más te gusta de la vida. Y vos
contestaste con cara de sabiduría: “el queso gruyere es lo que más me gusta.”
Vos sabés que me dieron unas ganas, abrí tu heladera y comí la mitad de uno que
tenías encanutado.
─¡Cómo me pudiste hacer esto! Y tenés razón,
vos a veces sos un genio y otras veces ¡estúpido! Reponé lo que comiste, o no
vuelvas más a esta casa.

No hay comentarios:
Publicar un comentario