Cuando la conocí estaba con el chico que trabaja en el Bingo. ¿Eran novios? Una pareja así, mirando juntos la obra de teatro venida de Buenos Aires, floja. Vienen al pueblo a ensayar. A la salida. Los cuatro culos de la gorda eran felinescos. Miré, compasiva por el chico, que parecía orgulloso. La convicción de alguien que le mintió, confundía una mesa de cuatro globos con una esteatopigia admirable. Cantaba la gorda, los conocidos opinaban que su voz era maravillosa. Los pueblos exageran y gozan lo mendaz.
Escuché una noche de boliche a la gorda
cuatro culos cantando blues muy conocidos. Su voz tenía potencia, temperatura y
gracia. Le faltaba locura a la gorda y el alfabeto de la música. Carecía de oído
absoluto, pero como el chico, amigo engañaba bien.
Era perversa como su propia historia, bien
sabida por algunos. El chico se convirtió en el títere preferido de los cuatro
culos. Él tenía cultura librezca y había sido niño prodigio. La gorda le copió
todo lo que pudo y lo que no le cupo lo guardó en el freezer. Recorrían calles
sueltos o tomados de la mano. Frecuentaban lugares de la noche, de los
espectáculos de la luna y las estrellas. La gorda llegó a ser un paisaje
cotidiano de la casa del chico del Bingo.
Ella se movía con la seguridad de una flaca,
alta, rubia y de ojos celestes. La gente del pueblo, ingenua, le creía todo a
la gorda cuatro culos. Llegó a obtener contratos para recitales de sí misma.
Invitó a su amigo a participar en esos eventos. Él intervino dando ideas,
letras de poemas entrañables y canciones desconocidas por ella. El chico amaba
recitar. La gorda sabía y abrió su mezquino proceder intercalando algún
recitado breve que su amigo desplegó con la gracia de los elegidos.
Cuando ella advirtió que continuar esa dupla
rompía su unicidad, comenzó a denostarlo en privado y en público. No cesó hasta
disolver la autoestima del chico. Quedó deprimido y ausente de la vida. Como todo
sensible, recibió ayuda de un amigo incondicional. Gracias a él perdió ese
recuerdo gordo y flagrante. Le fueron presentados nuevos amigos y amigas
pródigas que lo quisieron, respetaron y escucharon sus poesías con el deleite
de lo genuino. Luego de ingestas y libaciones, había alguien que lo abrazaba
para siempre.
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