Se justifica, era una fiesta de disfraces, cuando la nombraron pasó primera, una chica de barrio en el palacio de las banderolas, la madre caminaba más atrás, su disfraz fue un paquete de harina, rebozada, para que no se notara que era negra.
Pina De La
Guardia, intrigada, preguntó:
—¿Y el novio?
—De ansiosa, lo
dejó en la carroza, seguro.
Venus Ortiballet
contestó como chusma asombrada:
—Para nada, el
novio es el Príncipe, la esperaba en la escalera de Palacio, todos nos
sorprendimos, la novia, Hilda Pérez, lucía un vestido rojo fulminante, llevando
en la mano antifaz amarillo, el Príncipe rodó por la escalera de emoción, la
futura suegra lo ayudó a incorporarse y lo llenó de manchas blancas, parecía un
dálmata de colores invertidos.
Pina, que miró
toda la escena, se hizo la fina:
—¿Y la plebe?
—Tanto los
aristócratas como la Reina Madre, aplaudieron tan fuerte como la hipocresía.
Los plebeyos escupieron, viste cómo son.
No cumplieron
con ningún protocolo, la primera fue la Reina Madre, ocultó que el Príncipe era medio hermano de
Hilda Pérez, ella, la Reina no se angustió, fue un medio incesto y en los
reinados, no existía el pecado. Los novios brindaron con vino de la costa, se
metieron en un pelotero a jugar con entusiasmo. Empataron y siguieron, al
gallito ciego, en el jardín. Se metieron en una pieza grande, el Príncipe
resultó tener atributos pequeños, sin erección. Hilda Pérez lo amasó y le
colocó un tutor, pero él sintió más dolor que entusiasmo. Ella fue rauda a un encuentro
con la Reina:
—Mire, Señora
Reina, su hijo en lugar de sexo, tiene un escroncho, que ni entra ni sale, ni
sube ni baja, de mi persona, no le saldrá un nieto, tampoco aceptaré una
intimidación en vidrio, busque una mujer de su aristogática, con tal de tener
un nieto suyo, le será infiel a su hijo. El Jardinero chino, que le cuida sus
bon sai, sólo tendrá que esperar, como lo ha hecho con todas las damas de la
corte. ¿Usted nunca entendió que los descendientes de esas mujeres, son
amarillentos de ojos oblicuos? Ése sí que es un chino pródigo y cualquiera le
viene bien, pruébelo, verá que es riquísimo. Es lo que dicen las nobles damas,
enterada estoy, por trabajar en sus castillos, limpiando pisos. Soy virgen, lo
intenté con su hijo, luego de ese fracaso, si el respeto pasa por amar a un
hombre, antes lo pensaré bien pensado, como piensan los que piensan.
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