Subió al subte la pareja, ella se adormecía en un hombro y él le besaba la boca, pero con tal discreción que nadie se daba cuenta, excepto en el fondo, en un asiento individual, Raquel no podía despegar los ojos de aquel amor silencioso.
Los miraba con
ternura, como se mira de afuera alguna escena similar. En una Estación
cualquiera, la mujer de la pareja se acercó a Raquel indignada, fueron varios
los momentos donde Raquel miraba al novio y le guiñaba el ojo izquierdo.
—Sabés que tengo
un tic en el ojo, no es que me pase siempre, me sucede solamente con las
parejas ajenas, no te enojes, quedate acá y mirá lo que me pasa, tu novio, el
que ahora está sin vos, lo miro y el ojo me hace un tic parecido a un guiño de
avance.
La mujer usaba
voz baja, pero no terminaba de entender.
—Y no es que te
lo quiera robar, no te ofendas, pero tu hombre, no me gusta para mí, aunque
entre ustedes dos intuyo una pareja de excepción.
Esta chica no es
normal, pero parece sensible, lo del ojo se dio al nacer, según ella cuenta, si
lo que quiere es un hombre, guiñarle un ojo no es bueno para empezar.
Entiendo lo que
dice.
—Soy horrible,
pero es que no me miraste bien.
Estaba
equivocada, la chica era de cara tranquila y de ojos orientales, que parecían
querer ver hasta el fondo de todas las cosas, un gato, un perro, un cartel, si
reparaba en ellos, algo los iluminaba. Tenía el pelo trenzado, le llegaba hasta
la cintura y la rodeaba una especie de aura invisible, cuando la oscuridad de
algún túnel.
Ahora llega mi Estación,
fue un gusto conocer una persona que por fin le puedo explicar. La chica llamó
a una Señora, que parecía dormitar.
—Vamos!, vamos!,
María, tenemos que abrir la silla antes de llegar.
La Señora se
puso de pie y a su derecha encontró la silla de ruedas y la abrió, allí se
sentó la chica. La Señora la llevaba, antes de salir, junto con la trenza se
dio vuelta y les guiñó un ojito a la pareja, que apenas pudo cerrar la boca.
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