En un lugar donde no había nadie, el micro la dejó en medio de la nada.
—Mire,
yo conozco todo. Lo mejor que puede hacer es detener su paso, hay cuatro
posibilidades, este oeste, norte y sur. Camine primero para el oeste, si no
encuentra nada tiene este, norte y sur. Acá los lugares se encuentran así.
Busque cualquiera “el camino la lleva a Roma”.
Ella pensó que el tipo estaba loco, mejor
dejarlo ahí. Luego advirtió que estaba sola en medio del campo, de noche. Entre
bosques descubrió un árbol donde dormía un hombre solo. Él salió. Era un indio
vestido de indio.
—Venga
a tomar unos mates conmigo, de paso le cuento, Tandil era nuestro. Pero poco a
poco los nuevos habitantes blancos, los mataron a todos. Menos uno, que era yo.
Hace años que estoy solo parado aquí. Es una piedra donde se ve todo, le
llaman: “el centinela”. Conocí una mujer, por casualidad era india.
Me pareció raro que haya sobrevivientes de
casi un siglo o más atrás. Yo creo que me mintieron, es mejor que me vaya,
antes que a estos se les ocurra matarme. Cuando empecé a caminar de espaldas me
tiraron en la nuca.
¿Por qué habrá sido? Si nunca les hice nada.
Esa noche los indios comieron carne de persona, era yo, lo que más les gustó
fueron los intestinos gruesos y delgados.
Se ve que tenían el hambre atrasado.
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