miércoles, 8 de marzo de 2017

ANOCHE

                                                     
   Me invitaron a Bs As, para dar un recital.
   La fecha acordada, sábado 24 a las 22 hs.
   Se realizó en el Teatro Colón, el mejor de Argentina. Hay en el mundo, teatros superiores, los Argentos tendían a la exageración en sus autoelogios. Resultaba gracioso que su propia realidad los contradijera. Ejecuté en tiempo y forma. El público me aplaudió ni bien apoyé un pie en el escenario. Alguien me explicó que para ellos yo era una figura de nivel internacional. Hay tanto idiota con “nivel internacional”, que para mí no era ningún elogio. Al concluir el concierto, con sus exigentes cuatro bises, me aplaudieron de pie, les salía espuma de la boca, me arrojaron flores plásticas, subieron al escenario en temerario montón, arrancaron los botones de mi saco, incluídos los de la bragueta, me quitaron los zapatos, las medias y entre cuatro mujeres, el pantalón entero, cuando vieron los botones de mis calzoncillos los llevaron junto con una manga de mi saco. Una loca me arrancó mi querido jopo y sangró mi frente. Siguieron con el piano, le arrancaron las teclas negras y las blancas. Cinco forzudos serrucharon la noble madera donde decía Steinway. Luego de ser ovacionado, ultrajado, robado y lastimado, me pasaron por encima. Yo tirado en el escenario y la gente tomando fotos de lo que quedó de mí…
   Sonó el despertador, estaba sobresaltado, tenía taquicardia. Salí sin desayunar, estaba prohibido entrar tarde. La tercer llegada fuera de horario me dejaban cesante. La de este día fue mi segunda. Recordé lo que soñé anoche y pensé que mis aspiraciones de fama, fortuna y talento, eran peor que laburar en este Call Center, donde ni bien llamás a alguno, te putean, mínimo…
                                               

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