viernes, 3 de marzo de 2017

NO QUEDA OTRA


   Ahorró diez años para comprar una moto.
   Su primer viaje fue mostrar a sus amigos la adquisición. Tomaron birra para festejar, cuando vio un pendejo que se llevaba la moto, trabada y todo. Lo alcanzó en la esquina —Esa moto es mía, largala o te surto.
   Le miró el espanto en la cara y el odio con vergüenza. —No loco, pará que te explique. Yo robo motos nuevas, es mi trabajo. Tengo un amigo que arma y desarma, parece un ingeniero, vó viera, encima es ingeniero, pero no hay laburo, viste. Me paga una miseria, no el valor de la moto, es medio hijo’e puta.¿Sabé qué pasa? Yo con esa guita alimento a mi flia. Somo ocho hermano y quiero que vayan a la escuela, por eso lo hago, me entendé?
   El otro se quedó sin palabras, quitó la traba y subió a la moto. —Si querés te invito a comer un sánguche, algo es mejor que nada.
   No quiso dejarlo solo en aquel brete de no poder robar la moto y entonces desenrolló su historia. 
—No sos el único que hace estas cosas, yo robo zapatillas hace años, ahora agregué el rubro mochilas y uno que otro plasma, hago buena plata, no me puedo quejar. Mi viejo es cana, tengo ese respaldo. Robo sin ningún socio, hay que desconfiar, el buey solo bien se lame.
   Eran comerciantes, no había mucha diferencia con ellos.
   Lo invitó a subir a su moto, anduvieron lindo, no había nadie en la calle y el viento les ponía caras de chinos en su día libre. No se escuchaba, por el motor. El de atrás dijo —Dejame acá nomá ¿Y lo sámbuche?
   Contestó —Otra vez será. Tengo una reunión en el Sindicato.
                                                                            

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