No sé por qué
camino tan rápido, eso le tengo que preguntar.
—Hola Andrea, la
veo muy linda, con ese nuevo corte de pelo, la hace más nerviosa, incómoda,
ansiosa, como siempre ¿No?
—Quiero que me
explique, Lato. Me rapé para entender algo, la realidad me supera…mi hermana
¿Se acuerda que usted la trató en la adolescencia?
—Imposible
olvidar, una persona con el pelo rojo bermellón. Nunca dijo una palabra, cuando
le pregunté el nombre no me contestó. Por deformación profesional esta última
intervención, haga de cuenta que no existió.
—Llevé a casa un
novio nuevo. Colo abrió la puerta del living y se acomodó en un almohadón del
piso, no la presenté porque es tal cual su descripción, no habla, no contesta.
Escuchamos un blue de los años 50. Ella se revolcaba en el almohadón, siguiendo
la música, hacía movimientos eróticos explícitos, dirigidos a mi novio. Hubo un
momento en que o iba al baño o me hacía pis encima. Llevó tiempo, se rompió la
mochila, la arreglé, cuando quise ponerle la tapa se partió. Volví al living y
la bruja Colo andaba a caballo de mi novio. Después de pronunciar palabras
desgraciadas, decidí ser práctica, traje un cuchillo finito y cortador, se lo
clavé a traición en la espalda. Mi novio, o el de ella, ya no sabía, con los
calzoncillos en los tobillos, se arrodilla y me jura amor eterno, a condición
que me tiña el pelo color bermellón.
—¿Y con el
cadáver, qué hicieron?
—Mi hermana era
anoréxica, la metimos en el sanitario, siguiendo la línea del recipiente,
apretamos el botón y nos abrazamos.
—Debo decir que
este crimen no quedará impune, mi obligación como psicólogo, es denunciarla en
la Policía, ejem… ejem…¿Me explico?
—Lato, usted se
cree cualquiera ¡Ojalá le hubiera enterrado un cuchillo en la espalda! Hasta la
felicité por su noviazgo, fui su madrina y entre tanta algarabía lo encontré
abrazado a una columna, le di un beso que lo hizo despertar. La platea de la
fiesta, cuando hicimos el amor sobre la torta de boda, miraron asombrados.
—¿Y después del
episodio?
—Vino lo mejor,
mi hermana se tiró furiosa sobre nosotras. Tomé el cuchillo de la torta y se lo
ensarté en la panza. Ignoraba que estaba embarazada. Será mejor que me denuncie
ahora. Aunque a mí me pareció que hice lo que debería haber hecho hace tiempo.
—¿Esta vez es
cierto lo que contaste?
—¿Cómo va a ser
cierto? No tengo hermana ni novio. Si no ni vengo, le invento historias para
que me escuche, que alguien me escuche, aunque sea pagando.
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