Se preocupó un
tiempo por la seguridad de su vivienda, blindó el frente, antes pidió un
presupuesto, aceptó el costo.
El trabajo
incluía los costados y el fondo. Les pagó toda la tarea, el frente terminado.
Faltando el blindaje del resto, los dos obreros no volvieron más. Rosita era
más aburrida que el aburrimiento aburrido. Pasaba el día tejiendo de memoria y
mirando televisión. Había noches que escuchaba ruidos, provenían de las
cañerías o las ventanas de bisagras oxidadas o alguna teja rebelde. Rosita enumerando
las razones de aquellos sonidos se dormía. Una mañana aparecieron los dos
obreros con una camioneta y sin la ropa de trabajo. Uno de ellos tenía un gorro
de Robin Hood y el otro una capita de Batman. Se introdujeron por la ventana
del fondo. Rosita no tuvo miedo, de aburrida. Robin Hood dijo —Señora, ¿la
bolsa o la vida?
Ella se levantó
del baúl sobre el que estaba sentada y sacó una bolsa de dimensiones
considerables. —Acá tiene, Señor Robin, prefiero que me mate antes que se
lleven mis dineros.
—Pero Señora
¿Cómo va a elegir la bolsa? Si aunque la matemos, nos robamos la bolsa igual.-Dijo
Batman, que era un tipo racional y algo sensible-.
Rosita
comprendió que no entendían nada —Yo quiero que primero me quiten la vida, mi
aburrimiento es una tortura. En ese orden. Con la bolsa hagan lo que más les
plazca.
Se respetó el
orden de sus deseos, primero la mataron y tan ansiosos estaban que abrieron la
bolsa. Contenía ovillos de lana de colores aburridísimos.
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