jueves, 9 de marzo de 2017

COLGADO


   La casa estaba en Adrogué. Luego de ser un lugar codiciado por el buen aire y la altura mayor que otras ciudades, familias ricas se asentaron allí.
   Había quintas, jardines arbolados y silencio de campo. Los años transcurridos se cubrieron de casa humildes. La flias pudientes abandonaron sus lujosas viviendas, hasta quedar derruídas, cubiertas de enredaderas.
   Una flia de tres hermanas, Socorro, Angustias y Dolores, vivían en su casona de nacimiento.
   La gente de Adrogué, deliraba que la enorme casa estaba embrujada. Algunos la tomaron como lugar turístico.
   —Chicas, tenemos que hacer algo, como un ingreso adicional.-Dijo Socorro, la más sensata, la que se ocupaba de las sumatorias de gastos, que no cerraban-.
   Angustias y Dolores pensaron en la torre superior, equivalente a una minicasa —Podríamos alquilarla, es un espacio que habitan arañas, murciélagos y ratas. Tiramos venenos, pintamos de blanco. Le ponemos un cartel “Se alquila”.
   Socorro advirtió que debían agregar “Para una sola persona”. A la semana del cartel, apareció un hombre de edad indefinida.
   —Me gustaría vivir en la torre, es tan…es tan…que enamora.
   Las tres pensaron en algo subyacente, Isaías estaba enamorado de alguna de las tres. Tanta soledad les despertaba fantasías. Esa noche, previo pago mensual, durmió en la torre, que olía a madreselvas y robles. Isaías era bajo de estatura. Cuando miró el techo con vigas, pensó en colgar su vieja soga marinera, para crecer unos treinta o cuarenta cm. Permanecía colgado algunas horas por día.
   La tarde era ideal para hacer un paseo, Dolores lo invitó —Creo que necesita caminar, Isaías, bajemos juntos y me cuenta algo de su vida, no podré retribuirle porque a mí en la vida, nunca me pasó nada.
   Las otras hermanas ocultaron su disgusto,  el descaro de Dolores era una imprudencia. Isaías, para ser gentil, salía por las tardes con alguna del trío.
   En un mes aumentó diez cm, pagaba el alquiler con gusto, parecía que la casa estaba embrujada y traía suerte. El segundo mes, colgado, casi llegó al piso. Invitó a las tres a comer afuera, un restorán pichirri, pero todo era rico. Socorro le cortó la carne, porque los brazos de Isaías apenas podían abrir un picaporte. Al tercer mes empezó con su rutina, llegó a sus tan deseados cuarenta cm de elongación. Hizo algún artilugio extraño y la soga le rodeó el cuello. El piso comenzó a ceder. Las hermanas desayunaban en la mesa redonda del comedor. Isaías cayó perpendicular a  la mesa y la atravesó. Se ahorcó sin querer. Todas pensaron que fue suicidio y así lo dieron a conocer.
   Angustias declaró que Isaías se suicidó por no saber con cuál de las hermanas quedarse.
   Pintaron la casa,  tapizaron sillas y sillones. La transformaron en lugar de visitas. Mil dólares, el recorrido completo y como souvenir el retrato de Isaías colgando. A todos les resultó un objeto embrujado y perverso. Lo arrojaban por las ventanillas de los autos. Las tres soñaban con Isaías vivo, muerto de amor por todas. Despertaban con ojos entornados y sonrisas felices.
                                               

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