Él no tenía que
agradecer nada a nadie, excepto a su Madre, que lo trajo al mundo. Tampoco
estaba seguro de agradecer a su Madre.
Ahora bajo la
lupa de una Secretaria Privada que le impusieron, la Señorita Laura Seguila, leía
todos y cada uno de los expedientes del Dr Chiquisuela, con detenimiento usaba
un resaltador color amarillo. Aquello que le parecía poco claro, confuso o
francamente delictivo, lo llevaba al Congreso. El Dr Chiquisuela no se daba
cuenta que tenía una Secretaria igual a Margaret Tatcher en su mejor momento.
Siguió haciendo de las suyas y de las de otros.
Fue llamado a
declarar. Se sintió enfermo por el escaso tiempo que le dejaban para decolorar.
El mismo día que
firmaba la escritura de una casa, igual a la de los Príncipes de Holanda.
Pegada al Riachuelo, donde arrojaron treinta toneladas de cloro y un barrefondo
de medio kilómetro para mantener una cierta transparencia. Chiquisuela se
presentó en tiempo y forma, con su abogada y Secretaria personal, Laura
Seguila.
Declaró en su
contra, de bestia que era. Laurita blanqueó que estaba allí por orden del
Gobierno.
El Dr pagó una
cifra notable y salió en libertad sin condición.
Fue derecho a
firmar la escritura de la nueva casa. Se comunicó con dos Policías, que debían
encontrar a Seguila, darle muerte, era un trabajo fácil. Lo cumplieron y
arrojaron el cadáver frente a la casa de Chiquisuela. Flotaba y no iba a ningún
lado. Los Policías abocados al caso, fueron los mismos que la mataron.
Trabajaron duro,
ni un rastro, ni una pista. El caso quedó cerrado.
No se puede
abrir la cosa juzgada. En este país hay llaves de sobra para abrir cualquier
puerta. 
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