Era irónico,
se llamaba Manolo Seco y vivía en Arroyo Seco, que siempre estaba seco.
No podía
sembrar, ni criar animales, hasta las liebres se le borraron del horizonte. La
casa, rodeada de tierra agrietada. Manolo no miraba más el cielo meteorológico,
le parecía que no volvería a llover nunca, ¿Para qué levantar la cabeza? Los
vecinos aledaños abandonaron sus casas sin venderlas, por razones obvias.
Ninguno se
despidió de Manolo, era un tipo muy seco. Él nació y creció en esa casa, ni se
le cruzó mudarse. No tenía hijos, ni mujer, ni amigos, sólo un gato de los
pajonales que se instaló allí y lo acompañaba a todas partes. Manolo hablaba al
gato y como única respuesta el gato ronroneaba.
Una noche,
mientras dormían, escuchaban el sonido del agua que se adentró en el arroyo.
Manolo abrió la puerta y a sus pies el agua corría transparente y presurosa. El
arroyo se hizo río y Manolo sembró en aquel limo fértil, los rindes fueron
grandes. Volvió la paja brava y la cobarde.
El horizonte se
llenó de liebres y el aire de pájaros. El gato era un animal, solía comer uno
por día. Aparecieron Empresas de Bienes Sin Raíces y le ofertaron comprarle
todo.
La idea era
hacer un Country con Río, se llamaría “La Aguada”. Manolo dijo no, el gato dijo
no, los pájaros dijeron no, las liebres dijeron no. Los oferentes huyeron
espantados, nunca escucharon un coro de rubros tan distintos.
Al cabo de unos
meses Manolo construyó casas de adobe, las rodeó de girasoles y espliegos.
Atravesó una rama de ombú que decía: “Cantri Río Mojado”(Alquilo por Día). 
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