Los viejos
miraban pasar mujeres —Mirá esta, está buena.
—A mí me gusta
la carne fresca.
—Acá pasa la
rubia, chau, una chacabuco operada, a mí también me gusta la carne fresca.
Una anciana de
libro, con sombrero y red sobre la cara. —Disculpen, pero escuché hablar de la
carne fresca ¿Saben Uds dónde venden carne fresca?
—Sra, nos
referíamos a las mujeres que vemos pasar.
—Me habían dicho
de personas que se comen entre ellas, dicen que es lo más parecido a la carne
fresca. Sí, vamos a mi casa, los invito.
Se metió en la
cocina —Antes de degustar mi comida, ¿alguien me puede dar una mano?
Fue Inocencio. Ella
cerró la puerta. Después de un rato apareció, pálido, con sonrisa y una mano
envuelta en mil vendas. —Cómo cocina la viejita, dijo que si algunos de Uds le
puede dar otra mano mejor.
Entró Bringatti.
Luego fueron pasando todos. El banquete de carne fresca, blanda, clara. La
Anciana comía como vaca nueva, ellos se dieron la gran vidurria, a pesar de no
tener manos, ni pies, ni brazos. Hígado y riñón fue lo primero que terminaron.
No se pudieron
levantar, ni agarrarse de algo, ni pensar, todos perdieron la cabeza.
La Anciana tenía
un freezer de carnicero.
—Ahora voy a ubicar las cabezas, las cosas que no me
gusten van para el perro. Estoy tan contenta, no compro carne hasta el año que
viene.

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