—A tu seguro le
faltó sustento. Mirá por el espejo, está sentada en un rincón, con los ojos
bajos y camisa blanca, parece una Virgen.
—Tan inocente,
tan tierna, no es para mí, la tengo que dejar.
—Hasta tiene un
aura que le da luz, andá a saludarla, pobre…
—¡Ah, sí y le
digo, mirá estoy con otra mina, vamos a dar una vuelta, la llevo a su casa y después
te paso a buscar. Y ella va a contestar “Sí
mi amor andá con quien quieras, adonde quieras. Yo te espero, vos sabés que te
espero.” Es inocente pero no idiota. Voy, pero por vos, si por mí fuera…
Se levantó y el
salón se le hizo larguísimo, daba pasos lentos y vislumbró un tipo alto que le
estampó un beso y ella aceptó con ojos de brasa. Él ya estaba al lado, la
saludó con beso mejilla huyendo. Ella se puso colorada y sostenía la mano de
uno y otro —Si me dicen, quién de Uds estaba con la mina del Bar, dejo en
libertad la mano del traidor.
Soy un tipo
honesto, di media vuelta y me fui. Ella siguió con sus mimos con juguito. El
mozo les llamó la atención. Después no sé qué pasó, quien puede saber lo que
ocurre debajo de un mantel tupido llegando al piso.
Cuando vi los
ojos de la mina, de muchas noches, muchas camas. La inocente perdió su
inocencia bajo el mantel, le di una última bichada. Parecía una Virgen. Cuando
salió, se sumergió en lo negro de la noche, con el tipo que quién sabe dónde.
Lloré en el
hombro de la mina, mientras ella tomaba su décima ginebra. 
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