domingo, 11 de junio de 2017

NO SOY TONTA

                                                                          
   —¿Qué hacen los pillines?
   Así le preguntaban a ella cuando había un primo y se hacía un silencio prolongado.
   El padre de Anto recibía la visita de su hermano y su cuñado, les debía tanto que decidieron negociar. Atendió Anto a las seis de la mañana, besó a ambos tíos y corrió al escritorio —Papá, te buscan Rober y Furio. Hey Papi! Se te enganchó la corbata busco ayuda y vengo.
   Los Tíos tomaban café —No sé qué pasa, no se puede desanudar la corbata, está parado…vayan, los hombres saben más de nudos.
   Furio lo levantaba del piso, mientras Rober trataba de desanudar la corbata, la aflojaba de un lado y se cerraba el nudo vecino. —Dejame intentar a mí, dale, tenelo vos.
   Furio buscó una tijera y cortó la corbata, tenía mucho filo, por torpe le perforó la carótida.
   El padre de Anto cayó sobre la alfombra, por suerte, roja. —Yo lo quise salvar y lo maté, yo, su propio hermano.
   Rober se tapaba la cara —¿Y yo que soy partícipe necesario?, tenemos que pensar una coartada.
   Golpean la puerta despacio y se asoma Anto 
—¿Qué le pasó a Papi?
   Respondió Furio —Nada, se hizo un licuado de tomate, tropezó y se desmayó antes de empezarlo, pero ya está reaccionando. Anto te llevo a la escuela.
   —¡Sí! Me encanta ir en tu auto a mil.
   Ella tenía seis años, a la salida nadie la fue a buscar. Vivió sola tres días, al tercero aparecieron los Tíos. Se salvaron porque el Padre de la niña se suicidó. La Justicia, que nunca ve nada, presentó unos expedientes con una página faltante. Allí estaba escrito la parte de la aorta, les costó tres millones. Se quedaron en la calle, con sus propiedades embargadas. Pensaron en Anto, no tocaron el timbre, estaba abierto.
   —Mis queridos Tíos, claro que pueden vivir aquí conmigo. Hice un diagrama para cada uno. Tendrán que cumplir todo lo que les ordene. El Juez espera cualquier novedad. Él no sabe que yo presencié el asesinato y Uds tampoco, digo, por las caras blancas y los dientes castañeteando. Tengo seis años, pero no soy tonta. 
                                                   

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