Me olvidó como a
un murciélago en casa abandonada. Se tomó vacaciones, me atiende los miércoles
a las cinco de la tarde. Hora elegida por los creyentes.
No tendré sesión
durante quince días. Para hacer de cuenta que está, me instalo en la sala del consultorio
en el mismo horario de siempre, me quedo cuarenta minutos sentada —¿La ayudo
Sra? ¿Con quién es su turno?
La miré con
desconfianza —Me ayuda alguien
especializado en locurología, acá te dejo el valor de las sesiones en solitario
de los miércoles.
La sala de
espera llena de celulares con personas. De caras temerarias. Me voy con eso en
la retina. Viajé al pueblo de al lado y lo vi en el banco de la plaza.
—¡Hola! ¡Hola!
Dr Eveready.
Él me miró como
si toda mi persona dijera “trabajo” —Estoy de vacaciones, de pacientes también.
Me senté a su
lado y arremetí —Mi hijo se fue a Holanda, mis hijas están en Australia, mi novio,
después de años de abstinencia, me dejó, chau. Soy única habitante de un piso,
en todo el edificio. El resto no pudo afrontar el tsunami económico y se fueron
a la mierda. Eso me dijo la vieja ordinaria del segundo. Pregunté —¿A dónde se
van?
Contestó —A la
mierda.
—Lloro tanto,
Eveready. Ud no tiene corazón, dejarme así, en mi peor momento, me dejan mis hijos,
me dejan mis vecinos, me deja mi novio y me deja Ud, diga algo, no sé. Quede
mudo como hace siempre.
—Le digo Sra
Limada, le pido que cantemos, es para Ud, luego lo piensa…♫Me dejan… siempre me
dejan♫…hay cómo me dejan♫… Venga a dormir a mi casa, estoy desortodoxizado, así
tiene algo interesante, para contarme cuando retome las sesiones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario