jueves, 15 de junio de 2017

LA PACIENTE


   Me olvidó como a un murciélago en casa abandonada. Se tomó vacaciones, me atiende los miércoles a las cinco de la tarde. Hora elegida por los creyentes.
   No tendré sesión durante quince días. Para hacer de cuenta que está, me instalo en la sala del consultorio en el mismo horario de siempre, me quedo cuarenta minutos sentada —¿La ayudo Sra? ¿Con quién es su turno?
   La miré con desconfianza  —Me ayuda alguien especializado en locurología, acá te dejo el valor de las sesiones en solitario de los miércoles.
    La sala de espera llena de celulares con personas. De caras temerarias. Me voy con eso en la retina. Viajé al pueblo de al lado y lo vi en el banco de la plaza.
   —¡Hola! ¡Hola! Dr Eveready.
   Él me miró como si toda mi persona dijera “trabajo” —Estoy de vacaciones, de pacientes también.
   Me senté a su lado y arremetí —Mi hijo se fue a Holanda,  mis hijas están en Australia, mi novio, después de años de abstinencia, me dejó, chau. Soy única habitante de un piso, en todo el edificio. El resto no pudo afrontar el tsunami económico y se fueron a la mierda. Eso me dijo la vieja ordinaria del segundo. Pregunté —¿A dónde se van?
   Contestó —A la mierda.
   —Lloro tanto, Eveready. Ud no tiene corazón, dejarme así, en mi peor momento, me dejan mis hijos, me dejan mis vecinos, me deja mi novio y me deja Ud, diga algo, no sé. Quede mudo como hace siempre.
   —Le digo Sra Limada, le pido que cantemos, es para Ud, luego lo piensa…♫Me dejan… siempre me dejan♫…hay cómo me dejan♫… Venga a dormir a mi casa, estoy desortodoxizado, así tiene algo interesante, para contarme cuando retome las sesiones.
                                                               

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