—¡Mamá te dejo
los chicos! Vuelvo tarde.
La madre no
contestó, desde chica fue de no esperar respuesta.
Bajaron los
chicos a desayunar —¡Abuela! Qué bueno que viniste, vos no hagas nada, sentate
al solcito, ahora te preparamos algo.
Cata se tomó
todo el día por cuenta propia. Hacía veinte años que no salía sola. Estaba
feliz, desayunó en Puerto Madero, recorrió San Telmo, compró un vestido de los
años 30 color malva.
—¿Te parece que
no se va a descomponer la Abuela?
—Es al revés, se
va a componer una sinfonía propia y cantará para sí. Dejá que yo le alcanzo la
copa.
No esperó
respuesta y saltó por la ventana, hasta sentarse al borde de la hamaca. —Tomá
Abu, lleva el nombre de tu flor predilecta.
Tomó como un
pajarito, se puso demandante.
—Tráiganme otra margarita, dos si es posible.
Prepararon una
jarra, mientras uno cantaba “Ya no sos mi Margarita, ahora te llaman Margot…”
Al atardecer la
madre entró a un toilette lujoso, donde cambió su ropa y se miró al espejo. Una
peluca flecos negros le hacía carré, sintió frío. La mujer del espejo era
bellísima.
Reservó un lugar
privado para comer y la tarjeta para pasar al lugar donde se tomaban copas,
bailaban y demás. Le pareció fino comer poco y se quedó con hambre. Apretó un
botón y un salón de gente apretada y música ensordecedora, la dejó sentada en
una banqueta giratoria. Vino el barman a la barra, elogió su vintage treinta —No
me digas nada, te preparo un trago y después hablamos.
Ella tomó con
un dejo nervioso que sólo detuvo cuando el barman dijo —Se llama Margarita.
Ella lo miró
como a un sirviente —Antes de irte déjame cinco copas saboreando margaritas
desnudas.
La Abuela
roncaba suave, rodeada de copas vacías, acostadas en el césped. Cuando
observaron que dormía, la llevaron entre ambos a su dormitorio. Descubrieron
una foto en la repisa, el retrato del Abuelo, junto a un florero con margaritas
frescas.
Casi al mediodía
siguiente apareció la Madre, saludó a cada hijo a los tropezones y hablando
arrastrado. Subió por sus propios medios. De la cabeza le caían margaritas,
siguió hasta la pieza de la Abuela. Durmieron las dos abrazadas, rodeadas de margaritas.
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