lunes, 12 de junio de 2017

¿VAMOS A QUE YO...


   Mi hermana es alta flaca rubia y de ojos celestes, yo soy petiso gordo negro mota con ojos marrones.
   A ella le perdonan todo, los dos maridos abominables que tuvo, uno tras otro. —Mirá lo que es el pelo de esta criatura, parece una princesa, no merecía esos dos, que sólo le hicieron putadas.
   Hablaba mi Tía Eduviges, que la quería porque era linda, como todos. A mí siempre me resultó incómoda, ese andar furtivo, contarle a mi viejo que entré una chica al dormitorio.
   —Es una casa decente ¿Cómo se lo permitís, Papi?
   No hacía un solo gesto para hablar, tenía un rictus hacia abajo, le daba fuerza a su cara de ñoqui.
   Me pidió la casa prestada, dos días. Cuando llegué encontré la vajilla, botellas y demás enseres etílicos y gastronómicos, en mi bañera. La tierra del jardín roturada, faltaban mis relojes y los dólares que ahorro desde la adolescencia. Le plantó junquillos y margaritas para disimular.
   —Papá! Tu princesa necesita un diván urgente, me robó con su novio dealer, no la denuncio porque es mi hermana, pero los relojes y dólares los quiero en mano hoy. Y enterate, tu hijita fuma porro, Ja!
   Pasé por la puerta de su cuarto y salió como loca, me hizo una llave de asfixia, tan perfecta que ahora estoy en el Hospital, con mi hermana, sentada al lado de mi cama. Será la encargada de cuidarme toda la noche. Mi mujer se despide tras vidrio, la miro partir en nebulosa de viuda.
                                                     

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