Piluso, desde
que lo conocemos, tiene una nuez de Adán curiosa, sube y baja, como en casi
todos los hombres. Él no hacía alusión a su nuez, suponemos que era para que
nos olvidemos. No sabíamos sus razones, pero sí notamos que su nuez aumentaba
de tamaño. Cuando se ponía nervioso la nuez se le iba a la nuca y por delante
quedaba cuello liso. Las gaseosas siempre le dieron náuseas, no tomaba ni
birra, pero lo tentaba. Cuando se lavaba los dientes la nuez le daba vueltas,
en oportunidades se le instalaba en la zona clavicular.
—Piluso,
enjuagate bien después de lavarte! Y
hacé gárgaras, por el problemita aquel.-Decía la Madre, mientras le tenía la
frente-.
Una tarde de
verano, el Rafa, que es el más degenerado y audaz, le preguntó —¿Che Piluso, por
qué no nos contás la historia de tu nuez, buscamos en internet y no encontramos
nada.
Piluso tocó su
nuez. —Me dio vergüenza y ahora la tengo pegada en la nuca ¿ven?, apoyá la
mano.-Me dijo a mí-.
—Nunca toqué una
teta, mirá si voy a tocar tu nuez.
—Bueno, lo
cuento porque no quiero que me suban a face o se comuniquen con Cadenas Solitarias.
A los cuatro años, durante una navidad, mi viejo que estaba un tanto
alcoholizado, abrió un champán, y el corcho entró en mi boca. “No importa”.-Decía
Mamá-.”Respira, está de pie, escucha, no llamen al Médico, le golpeamos la
espaldita y todo solucionado”. Quedó estancado y mi nuez pasó a ser de corcho.
Me gustó, no había niños con nuez. Hoy me tomo una birra, estoy harto de
cuidarla como si fuera una novia linda.
Se la mandó de
un trago. Sentimos unas vibraciones, pensamos en la réplica de un terremoto.
Pero no, provenían de Piluso, que con un impulso sobre humano hizo saltar el
corcho. Fue un presente de Año Nuevo, saltaba y gritaba
—¡Ahora somos todos iguales!
—¡Ahora somos todos iguales!
Piluso después,
en la cama, con los ojos cerrados, pasaba los dedos por la nuez, que ya no
estaba.
La extrañó.
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