miércoles, 28 de junio de 2017

DESPACIO...DESPACIO


   —Vamos a realizar un estudio sobre su hombro izquierdo, esa protuberancia no me gusta nada.
   —Se lo muestro, sino se va a sorprender. Dr, me quito la camisa, lo mío no es siquiera operable, sería un implante lejano. La protuberancia del hombro es mi miembro viril doblado.
   Al médico le dio vértigo, hizo de tripas corazón y por piedad lo revisó. Cuando lo desdobló cayó hasta la mano del paciente.
   —Soy deforme Dr, no me sirve para nada.
   —¿Y para orinar? ¿Y para hacer el amor? ¿Y para que no le duela el doblez? –Y seguía-.
   —Más que Dr parece Juan el Preguntón, respondo sus inquietudes, no doy más ¿Cuál es la solución? Piense Dr, las minas que he podido conseguir cuando lo ven huyen despavoridas al grito de “Un monstruo! Un monstruo!” Para orinar, si llego a desdoblar todo, mojo la mitad izquierda de la ropa. Volver a enrollar ¡Cómo duele!, ya le conté ¿Y?
   —Mire, de trasplantes ni hablar, no hay instrumentos de altísima complejitud y no son seguros los resultados. Yo tengo una paciente ciega, bellísima, de una sensibilidad exquisita, sin uso, virgen como Santa María y su bondad no conoce fronteras.
   Concertó una cita para ambos. —Mucho gusto, Pablo, mi nombre es María, dice el Dr que lo tuyo es inminente, vamos a casa.
   Pasó la noche con María que dejó su manchita roja en la sábana.
   La Virgen ya era pasado. Él se sintió valorado en todas sus dimensiones, creció su autoestima cuando ella lo elogiaba entre sonidos placenteros.
   Ocurrió algo parecido a un milagro, despertaron juntos, Pablo miraba  los ojos ciegos de María. Ella también le miraba los ojos. Y era ciega y era buena.
                                                                                 

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