miércoles, 21 de junio de 2017

DESACALZAS


   —En la calle me costaba encontrar, aquí hay para tirar para arriba, no me despedí de Uds por sentirme en deuda, por no contarles.
   Nos mostró el convento, había olor a jazmines en los patios y en el interior el incienso daba paz. Adela eligió una vida recoleta, pertenece a las Carmelitas Descalzas. De niña odiaba cualquier calzado. Andar descalza, con el tiempo, produce suelas naturales. Pilar quería saber aquello que no les contó. —Las hermanas que viven aquí, parecen geishas sutiles, hay de dieciséis para arriba. Todas trabajamos, rezamos y por las noches dormimos de a dos. Yo encontré una bombita de crema, con la cual me divierto toda la noche. ¡Che! No me pongan esas caras, no me expresé  tenía vergüenza, pero ahora lo puedo decir, soy gay, desde antes de conocerlas. Les convido licor de las hermanas porque es el único alcohol permitido.
   Todas aceptamos, era francamente inmundo —Y la Hermana Superiora qué tal?
   —Piola la vieja, le hicieron una operación cruenta, suturaron todos los agujeros del cuerpo, le hicieron botox de silencio. No habló nunca más. Dormía con una Novicia, como la vieja estaba toda cerrada, jugaban a castigarse con fustas de puntas de anzuelos. Vengan que les muestro el dormitorio de la Superiora.
   La habitación forrada de espejos, cama de dos plazas y media, una pantalla enorme, junto a la colección de pelis porno.
   Como todas la miramos con asquito, se sintió juzgada.
   —Peor los Seminarios, donde los curas realizan prácticas inenarrables. Salen en todos los medios y cuando alguien señala el abuso, al cura lo entrevista Mirtha Legrand. Bueno chicas, mi tiempo de visitas termina aquí. Quiero decirles algo, tener un sexo es divertido, tener dos es un regalo de Dios. Chicas, no desaprovechen los regalos.    

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