jueves, 18 de enero de 2018

DESPUÉS ES PEOR


   Conseguí este trabajo después de escuchar los clásicos “Usted carece de experiencia laboral” o “Usted es demasiado joven para lo que necesitamos” o “Usted sobrepasó la edad solicitada” Un amigo del secundario que encontré en los almuerzos anuales prometió un lugar donde ganaría muy bien y mi capacidad lo excedería por varios cuerpos.
   Sin más, fui nombrado. El primer día asistí con un traje que perteneció a mi padre, una camisa de seda de mi abuelo y una corbata italiana de mi tío, alguien que nunca se supo dónde está. Llegué temprano, fui el primero en marcar mi tarjeta, me sentí como un poste de estacionamiento. Vino la jefa, se presentó como July, confesó que su nombre era Julieta, pero le parecía que la gente la miraba balcón.
   Señaló mi futuro escritorio. Sin más se retiró.
   Tenía enfrente un gordo que llegaba tarde y le hablaba al público tomando café con leche y masticando medias lunas, además escupía pedacitos de lo que comía.
    Era el que más sabía con respecto a trámites bancarios. Tenía poca paciencia con los ancianos, que eran los más. Si la persona precisaba más de tres explicaciones, él se semi levantaba de la silla y le gritaba que viniera otro día acompañado de un traductor que tuviera tres décadas menos que él.
   Logré hacer mi trabajo con velocidad y prudencia. Estudié la ruta de cada papel, sus caracoles difíciles de discernir por su forma de manguera enroscada y los destinos de cada laberinto.
   El gordo aprovechó mi concentración en el trabajo, bostezaba, se limpiaba los dientes con un palillo.
   Por momentos fue tal la carga a resolver problemáticas numerosas, que comencé a odiar mi compañero escupe medialuna. Canalicé por el lado de tímidos pedidos. A lo cual él respondió. –Cómo no!- Le produjo un comportamiento estúpido, me llevaba todos los días una medialuna comida hasta la mitad en un plato salpicado de café.
   Mi próxima queja fue al lado de su oreja: —Si no te ponés a trabajar a la par conmigo, gordo de mierda, voy a llamar a los gritos a July para que te raje donde a ella más bronca le dé. ¿Entendiste, nabo?
   Regresé a mi lugar, el gordo trabajó con ahínco y cumplía horario. No pudo dejar su adicción a las medias lunas, siempre tenía una sobre el escritorio.
   De a poco el gordo empezó con velocidad crucero hasta llegar a catamarán.
   Yo tenía veintisiete años y me estaba tomando el pelo un ñoqui al que sólo le faltaba pasar por el tenedor. Tardó en aparecer, mi odio se hizo árbol.
   Un día por sorpresa, siento que alguien deposita una cantidad inusitada de expedientes. Sonrió de costado y con su aliento a caca de gallina me hizo saber que era mi nuevo jefe.
   Me alejé del escritorio y di con mi cabeza en su panza ramplona, olvidé que llevaba el cuter grande y lo adosé al cabezazo, lo maté.
   Hoy presto declaración en mi primer audiencia. Me vestí con el traje de mi viejo, la camisa de seda de mi abuelo y una corbata italiana de mi tío desencontrado.
                       

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