Conseguí este
trabajo después de escuchar los clásicos “Usted carece de experiencia laboral”
o “Usted es demasiado joven para lo que necesitamos” o “Usted sobrepasó la edad
solicitada” Un amigo del secundario que encontré en los almuerzos anuales prometió
un lugar donde ganaría muy bien y mi capacidad lo excedería por varios cuerpos.
Sin más, fui
nombrado. El primer día asistí con un traje que perteneció a mi padre, una
camisa de seda de mi abuelo y una corbata italiana de mi tío, alguien que nunca
se supo dónde está. Llegué temprano, fui el primero en marcar mi tarjeta, me
sentí como un poste de estacionamiento. Vino la jefa, se presentó como July,
confesó que su nombre era Julieta, pero le parecía que la gente la miraba
balcón.
Señaló mi futuro
escritorio. Sin más se retiró.
Tenía enfrente
un gordo que llegaba tarde y le hablaba al público tomando café con leche y
masticando medias lunas, además escupía pedacitos de lo que comía.
Era el que más
sabía con respecto a trámites bancarios. Tenía poca paciencia con los ancianos,
que eran los más. Si la persona precisaba más de tres explicaciones, él se semi
levantaba de la silla y le gritaba que viniera otro día acompañado de un
traductor que tuviera tres décadas menos que él.
Logré hacer mi
trabajo con velocidad y prudencia. Estudié la ruta de cada papel, sus caracoles
difíciles de discernir por su forma de manguera enroscada y los destinos de
cada laberinto.
El gordo
aprovechó mi concentración en el trabajo, bostezaba, se limpiaba los dientes
con un palillo.
Por momentos fue
tal la carga a resolver problemáticas numerosas, que comencé a odiar mi
compañero escupe medialuna. Canalicé por el lado de tímidos pedidos. A lo cual
él respondió. –Cómo no!- Le produjo un comportamiento estúpido, me llevaba
todos los días una medialuna comida hasta la mitad en un plato salpicado de
café.
Mi próxima queja
fue al lado de su oreja: —Si no te ponés a trabajar a la par conmigo, gordo de
mierda, voy a llamar a los gritos a July para que te raje donde a ella más
bronca le dé. ¿Entendiste, nabo?
Regresé a mi
lugar, el gordo trabajó con ahínco y cumplía horario. No pudo dejar su adicción
a las medias lunas, siempre tenía una sobre el escritorio.
De a poco el
gordo empezó con velocidad crucero hasta llegar a catamarán.
Yo tenía
veintisiete años y me estaba tomando el pelo un ñoqui al que sólo le faltaba
pasar por el tenedor. Tardó en aparecer, mi odio se hizo árbol.
Un día por
sorpresa, siento que alguien deposita una cantidad inusitada de expedientes.
Sonrió de costado y con su aliento a caca de gallina me hizo saber que era mi
nuevo jefe.
Me alejé del
escritorio y di con mi cabeza en su panza ramplona, olvidé que llevaba el cuter
grande y lo adosé al cabezazo, lo maté.
Hoy presto
declaración en mi primer audiencia. Me vestí con el traje de mi viejo, la
camisa de seda de mi abuelo y una corbata italiana de mi tío desencontrado.
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