—Pase, póngase cómodo.
Toda mi manzana
es de casas igualitas, tienen una Señora que limpia, atiende el timbre y barre
la vereda. Limpian los vidrios hasta que afuera y adentro signifiquen lo mismo.
Llevará cuatro horas por día y la paga es miserable, como no hay trabajo, entonces
enganchan con toda facilidad. Yo no podría aceptar una persona que limpie mi
mugre, se me pone la piel de pollo. La tarea la personalizo, mis manos se
queman, los dedos se cortan, mis pies se callicifican, en mi cara se instalan
arrugas por más buena música que escuche. No soy ama de casa, soy la odio mi
casa por excelencia.
La plata no la
lustro por mandato abuelístico, al igual que el bronce. He visto Señoras
bruñendo y bruñendo sus picaportes, hasta que quedan brillantes no se detienen.
Piensan que es una forma de lavar sus pecados.
Yo limpio los
vidrios de casa cuando ya no se puede ver el afuera. Cocina mi marido, que le
encanta. Él lava la cocina porque dedujo que yo la dejo pringosa. Toda la
vajilla descansa en el secaplatos. Cuando cae la última gota la guardo. Pero él
no quiere, dice que les doy ubicaciones que lo confunden.
Yo escribo, mal,
pero me seduce desde niña. Esta actividad me insume cuatro horas.
De la ropa se
encarga el lavarropas, que hay que vigilarlo porque es loco, a veces camina o
inunda la cocina. La ropa la tiendo al sol, la plancha se abolió en el año MCCMXIII.
No atiendo el
teléfono ni el celular. Sólo los quince de cada mes, llama mi hijo que vive
lejos y estoy segura que preferiría hablar con sus amigos. Veo tres o cuatro
capítulos de alguna serie de Netflix. Del diario, leo por compu Clarín, sólo
Lanata y Borenstein sábado y domingo. Tomo un café diario en un lugar berreta. Me
da igual que llueva o haya sol. Voy al Analista una vez por semana y hago un
curso de escritura dos veces por mes. Tengo un Blog de Cuentos Cortos, a veces
la pego, al día siguiente me parecen un bodrio. Tengo una sola amiga, no
hablaré de ella, porque es reservada y no le gusta que escriban acerca de su
vida. A mi compañero tampoco le gusta que lo nombre en mis cuentos. Mi hijo me
prohibió que contara algo de sí, en un cuento, amenazó con cortarme el rostro.
Bueno, Señor
Periodista, ya le conté la diaria de mi vida. Es un aburrimiento indecente.
Ey!, Señor
Periodista, se durmió! ¿Se durmió?
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