viernes, 19 de enero de 2018

LOS FELINOS REINAN


   Un tattoo genio y amigo sabe que amo los gatos. Donde vivo no puedo convivir con uno, catorce horas encerrado sería cruel. Me hizo uno en el brazo. Tiene ojos entornados y alerta, su nombre es Prudencio. Negro, yo no tengo prejuicios, digo, para los que creen que traen mala suerte. Sus características van más allá de lo posible, lo escuché ronronear al compás de mi sueño.
   Prudencio arañó suave mis mejillas, avisó que un ladrón quería robar, abrí entredormida, él saltó sobre el chorro y le arrancó los ojos con uñas indignadas. El chorro cayó por las escaleras de tres pisos. No miré más, la sangre me da vértigo y las bolitas de los ojos rodaban solas. Cuando miré mi brazo, Prudencio dormía como un bendito, mientras me amasaba el brazo. Llamé a mi amigo Tattoo y le conté el episodio. —¡Vos sabés lo que esto significa, no lo divulgues. Me pasó en otros lugares del mundo, los tatuajes que hago cobran vida y en esta ocasión, muerte, el chorro se desangró. Decime vos cómo le podés hacer entender a un policía, que siempre entienden con el culo, que Prudencio te defendió con sus propias uñas, ni siquiera están en el tatuaje!
   Se puso tan mal que le corté. El gato siguió con su comportamiento animado, me sentí acompañada y protegida. Un día recibí una carta escrita a mano desde Estocolmo. Tattoo me contó que perfeccionó su oficio. Ahora hacía tatuajes animados como Prudencio. Tuvo problemas con un tigre que se morfó ocho pibes. Escribió que los suecos son el colmo de la indiferencia, en dos años cerraron el caso. El dueño del tatuaje “tigre” era un espía encubierto. Eso lo tranquilizó y siguió trabajando del mismo modo. Mandó un pasaje a Estocolmo. Acepté, no enamoramos ni bien llegué.
   —¿Querés un tatuaje veloz?-Preguntó, dije que sí, me besó la boca y quedó su boca en la mía, hermética, la había sellado. Me alimentaba con una manguera de: ”Comida al suero”. Así aseguraba mi fidelidad. Pero no estoy cómoda. Hay suecos que borran tatuajes. Tengo turno mañana. Prudencio me sonríe, sabe que volvemos a Argentina, a él le encanta. Bueno, no sólo hay gente con mal gusto, también hay gatos.
                            

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