miércoles, 3 de enero de 2018

NO RENOVABLE


   —No recuerdo un calor como éste, proviene de las paredes, del techo. El pronóstico de la Base Aérea anunció 38°, yo siento 42° y el termómetro de casa se está rajando. –Decía Tota, que bajó medio kilo en una hora-.
   —Si dejaras de hablar sentiríamos menos esto que no tiene nombre, es un fenómeno, mirá la pile! Hace globitos como si estuviera por hervir.
   —Podemos aprovechar para tomar unos mates.
   Mary le contestó con fastidio sudado: —¿Y el cloro, y la mugre de los que se tiraron antes?
   —El agua de la canilla es peor, tiene cloro, ácido muriático y solvente para matar bacterias. Me lo dijeron en la Facu, un Profe que sabe. Voy a traer al bebé para que se refresque un poco, escuchá cómo llora: ¿Me permitís Mary?
   Corrió con los pies ampollados, durante el regreso el bebé hervía, no lo soportó y se le cayó en el agua. Dio gracias que tenía hecho el curso de natación para bebés. El hijo de Mary quiso salvarlo con una red que se usaba para sacar moscos de la superficie, era de plástico, se derritió y el bebé cayó inerme al agua, no salió más.
   La madre pensó, “con lo que me cobraron las clases, chorros.”
   Todos quisieron llorar, pero las lágrimas eran agua hirviendo. Se guardaron el dolor y esperaron toda la noche ampollados. Corrieron brisas del Siroco. Cuando se levantaron de las baldosas, los glúteos quedaron pegados al piso. Caminaron y eran bombas de Carnaval, que al rozar los cactus reventaban y dejaban charcos de humitos volcánicos.
                                                                    

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