jueves, 4 de enero de 2018

ESPACIOS


   —Ud disculpe, la veo pasar todos los días con su bastón blanco. Tenía una hija ciega, pero no se manejaba con tanta seguridad, la acompañaba alguna de sus hermanas, le resultaba imposible hacer trámites y bajar por las sendas de minusválidos, le daba vértigo.
   —Ud que ve, habrá notado cómo cambiaron los tiempos, son capaces de pisarla a una, por la liquidación de la esquina, o por tomar un micro. La velocidad se incrementó y trato de defender mis espacios. No me presenté, mi nombre es Clara. ¿Cuál es su gracia?
   —Mi gracia es hacer fuck you cada vez que pago, o quiero cruzar una calle, me llamo Pietro. Le adelanto que lo de los espacios es inviable, somos muchos, casi no quedan y los que hay son ocupados por manifestaciones…
   Pietro era el dueño de una Panadería y Confituras. Clara pasaba todos los días y a él le resultaba encantador, cómo detenía el tránsito con el bastón, se abría paso entre las personas dándoles golpecitos en las piernas. Entraba al Banco como a un palacio, en su cabeza por taba una cloche con flores verdaderas en un costado. Le cedían un asiento de inmediato y le pagaban con dos custodios del Banco, enamorados de Clara por su sutileza y buen trato.
   Pietro perdió la vista, andaba con el bastón que fue de su hija ciega. Tal vez un virus, a Clara no le parecía prudente preguntar. Entró al negocio vacío. —No se enoje conmigo, debo hacerle una confesión, que espero sepa guardar. No soy ciega, ni anteojos preciso, pero los beneficios que recibo me gustaría compartirlos con Ud, Pietro. Será un hálito de felicidad, es mucho mi descaro, pero yo sé que le gusto y Ud a mí también. Jugaremos a bastonear y alguna otra cosa que guste…
                                             

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