El calor la
arrastraba. Se detuvo una camioneta, alguien la tomó del brazo y Fátima se
encontró en plena oscuridad, había aire acondicionado y por fin pudo respirar.
Noche cerrada, alguien le exprimió el brazo y la arrojó en un baldío, Fátima pensó
lo peor, cuando le quitaron las cintas de embalar, pidió: —Por favor
caballeros, no me hagan boleta. Hoy me hicieron tres por mal estacionamiento.
Otra por cruzar en rojo.
Subí al micro
sin sacar boleto. Allí le conté al Guarda, que tantas boletas, me dejaron sin
un centavo. —Bueno, tiene el perdón si me regala el ánfora que lleva en su
regazo.
—¡¡No!!-Gritó
Fátima-. Son las cenizas de mis Padres y voy a por un lugar santo para esparcir
su contenido.
Dijo el Guarda: —A
mí me hace un favor, tengo las cenizas de mis Padres y sé que se pondrán
contentos de descansar en su ánfora tan lujosa, son cuatro, hasta podrán jugar
tenis de cuatro. ¿Me acompaña a la Terminal de viaje? Le agregamos.-Y sacó un
sobre de nylon- Aquí están ellos, si me permite los trasvaso yo, temo que se
pierda una pierna, una orejita, en fin Ud me entiende.
El ánfora era de
oro puro y hacía doscientos años que estaba en la flia de Fátima. —Mire,
Señora, sabemos que no tiene un gomán, su ropa da lástima y su cara de
sacrificio espanta, me llamo Omar, entrégueme el ánfora. Tengo un comprador
posta. El dinero lo dividimos en tres y todos contentos.
Fátima le hizo
entrega, el tipo resultó buen tipo, hasta los acercó al centro. El Guarda la
tomó del hombro, si ya eran familia.
—¿Te diste
cuenta, Fátima, que este tipo tan gaucho, no sabe dónde vivimos, cómo
encontrarnos? ¿Y la entrega del dinero?
—No te
preocupes, ¿sabés la cantidad de ánforas de oro puro que heredé de mi flia? Si
querés, largá ese laburo de mierda que tenés y te venís a vivir conmigo.
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