—Qué muchacho
simpático es usted, Nino.
Cómo sabe mi
nombre y me largó un piropo antiguo, ¿será trolo?
—Usted es
madrugador, lo veo salir en su Renault y me pregunto, a dónde va?
Le voy a
contestar, es viejo y está muy solo, merece una respuesta.
—Así como me ve,
con esta cara de idiota, tengo tres Carreras en mi haber, soy Ingeniero,
Abogado y Médico, con un Master en no sé qué mierda. A esta altura de mi vida,
no sé nada, es lo único que sé. Hace cinco años que salgo a buscar trabajo.
Llevo esta carpeta sobada, de tanta recomendación inútil. La síntesis de mi
respuesta, sería el “No”. Es la respuesta que más escucho, decorada con
“Estamos en comunicación”, “Hay que esperar”, “En cuanto sepa algo”, bueno,
creo que he concluido con su interés. Me voy porque tengo una entrevista. Que
siga usted bien, tomando unos mates, con el gato al lado, coronado de glicinas.
Recién me doy cuenta que en cinco años, jamás reparé en su presencia. Disculpe
mi ceguera, adiós.
Esta mañana
reboté como todas las mañanas, fui a comer a lo de mi Vieja, que está jubilada
y apenas le alcanza para sobrevivir. La pobre va día por medio al Banco
Nazi-on, para que le den la constancia de Supervivencia.
La máquina no le
toma su huella dactilar, sale en la pantalla: “No corresponde, vuelva a
comprobarlo con otro dedo”. Mi Vieja, que siempre fue de pocas pulgas y se
había sosegado, ahora las recuperó, abandonó su esperanza tecno y entró en el
Banco al grito de: “¿Dónde tengo que meter mi dedo, para dar cuenta que estoy
viva?, ¿eh, eh? En el orto, tal vez”.
Le quedan unos
mangos de la Pensión de mi Viejo. Pero a la pobre se le van por mantener a un
boludo, que en este caso soy yo. Cuando llegué a casa, con mi carpeta
sobaquera, escucho una voz que saludaba: —Nino, no me cuente cómo le fue,
porque ya sé. Tengo una propuesta en firme, si usted acepta. Es un trabajo de
Custodio, en la Gobernación, trasladar personas, por llamarlos de algún modo,
con un Cargo en el Gobierno. Tiene un protocolo, llevar tres armas, una es la
sobaquera, otra en el cinturón y la tercera en las medias. Piénselo.
No le voy a
mostrar, pero me dan ganas de llorar. ¡Por fin un trabajo!
—Ni lo debo
pensar, delo por hecho.
Mi única virtud
es hacer personajes. Al principio fue traumático, ser un Custodio tan cargado
de armas, trasladar al Ministerio de “Asignaturas Pendientes” o al Secretario
de la Gobernación, Thompson y Williams. Eran personas con el aburrimiento
estampado en sus cuerpos. Yo empezaba una conversa prudente, y en cuanto veía
que el tipo se reía, seguía contando disparates. Antes de subir al auto,
miraban al Custodio y si era yo se aflojaban la corbata y esperaban mis
charlas. El General Teagarra, me dijo: —Sé que usted está muy lejos de ser
analfabeto, tiene en su haber, varias Carreras hechas y demás detalles de su
persona, que recibí de la Siderurgia. Me parece, Nino, que usted no merece el
lugar donde está. Le ofrezco el Directorio de la Empresa Bizarra Finoli. Su
única actividad es vestir de oscuro, con corbatas de seda italiana, zapatos
Timberland, camisa blanca y mirar siempre con el mentón levantado y la espalda,
una espada. Recorrer todos los despachos, usted entra por adelante, recorre
mesándose la barba y sale por atrás. Es una oportunidad, donde la fatiga no
existe. El sueldo se deposita en el Banco Nazi-on y le resultará satisfactorio,
son dos millones mensuales. Los pagos se extienden hasta su Señora Madre, si
fuera tan amable, infórmele, que llevará en el anular, el diamante que
perteneció a la augusta Señora de Palito Ortega.
Fui a contarle
todo lo sucedido a mi oportuno y generoso Vecino.
—¡Por fin, Nino,
se hizo Justicia! Justicia argentina, pero Justicia al fin. Si usted no lo toma
a mal, Doctor Nino, ¿Me puede presentar a su Señora Madre?

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