sábado, 4 de enero de 2020

¡DIOS EXISTÍ!


   Yo no sé si Trump es despiadado, fronterizo, pero leí que buscaban gente joven para pelear en Irak.
   —Este año terminás tu Carrera de Medicina y veo en tus ojos, la remota posibilidad que te anotes en la contienda.
   Ramón se había postulado como soldado, en la Embajada de EEUU, le interesaba trabajar como Médico y fue aceptado. Le dijeron que le pagaban en dólares, una cifra interesante.
   —No te vuelvas loco, pero me anoté como soldado en Irak.
   El Padre lo miró a Ramón y se remontó a la infancia de su hijo, le enseñó a disparar todo tipo de armas. Salían de caza y Ramón mostraba una habilidad que hacía sentir a su Padre un idiota.
   Si hubiera sabido que Ramón era capaz de meterse en el medio de una guerra, le enseñaba carpintería.
   “Querido Padre: Ya estoy aquí, no hay un árbol ni un yuyito. El verde sólo existe en el uniforme de los soldados camuflados.
   Me dieron tareas de salvamento, tengo a cargo diez carpas de soldados heridos acostados sobre lonas. Hay un equipo de venezolanos, que se ingenian para atender personas, casi agonizantes. Los sacamos con elementos inventados, cirugías rápidas y una asepsia elemental. Caen bombas a cualquier hora. Cuando se van quedan personas destrozadas. Ese momento es el más bravo, hay que elegir, no tenemos tiempo de discutir, nos ocupamos de los más enteros. A veces se trata de suturar y envolver con trapos más o menos limpios, que nos acercan las mujeres, son pocas pero excelentes trabajadoras.
   Padre, me despido, tengo que presentarme urgente. Te quiero.”
   LO QUE FUE UN DIARIO
   “Los nuestros hicieron explotar un camión de los nuestros, cuando cambian el color del camuflaje, ocurren estas cosas absurdas. Llevo arrastrando tres de las camisas, veo a mis amigos entre humos, tienen una camilla, son privilegiados, ahí amontonaron a cuatro flacos.
   Ahora miro a dónde pongo estos tres, que por suerte o por desgracia, están conscientes y vivos. Encontré una lona que fue blanca, ahora tiene mugre de toda índole. Los ubico de a uno y dejo algunos espacios, para poder trabajar.
   Viene una de las Mujeres que provee vendas blancas, de dónde sacan el agua, es un misterio, pozos naturales, dicen algunos, pero yo nunca vi ninguno. Saco de la mochila un bisturí y unas pinzas improvisadas, es canadiense, se banca los tajos, no tuve salida. La otra que me quedaba era amputarle una pierna, le di varias vueltas apretadas, con las vendas que trajeron. Tenía inyecciones de morfina y detuvieron su dolor.
   Pasé al que estaba al lado, la herida principal era en el estómago, sólo me fue posible meterle las tripas y coserlo. Le di la última ampolla de morfina que me quedaba. Ése era yanqui y me pidió que le avisara a su familia, que lo irían a buscar, el pobre tipo deliraba, yo le decía a todo que: OK.
   Me pasé al tercero, tenía pulso, pero perdió tanta sangre, que no pude hacer nada. Quiso hablar, pero murió antes.
   El campamento, era más un pedazo de tierra, con soldados muertos por todas partes y sangre, mucha sangre. Encontré a las Señoras de las vendas, acribilladas. Rescaté las vendas, pero no supe por dónde empezar. Sentí algo caliente en mi espalda y fue demasiado tarde, no sabía ni dónde estaba, todo me daba vueltas…”
   Al Padre le llegó un auto, con un Señor de Civil y una carta sellada:
   “Lamentamos comunicarle, que su hijo, Ramón Ponce de León, ha perdido la vida…”
   El Viejo salió a la calle al grito de: “Trump asesino, yanquis de mierda. ¡Ramón, mirá lo que te hicieron!”
   Tres vecinos lo llevaron a un Centro Psiquiátrico, donde hace cuatro años, que trata de reponerse.   

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