miércoles, 8 de enero de 2020

REDITUABLE


   Entra con la frente plegada, se escucha cómo el mentón aprieta los dientes, tiene los ojos de acero gastado y la boca una sola raya seca. Cuando terminó de pasar: —Escuchame bien, de la puerta para afuera, dejaste la selva mugrienta del laburo y de la calle. De la puerta para adentro, tenemos que sonreír, inflar los cachetes y reírnos hasta que nos falte el aire, andá a lavarte las manos, la cara y los pies. Hay una sorpresa que me llevó varios días ocultar. Como te vas cansado, llegás cansado y te acostás boca arriba, como un muerto, no ves nada. Eso no importaría, ni siquiera te das cuenta de mi presencia, Roberto, ¿entendiste mi descripción?
   Pobre Virginia, tiene razón, ella siempre está contenta, toca el piano, canta sin desafinar, habla sola con cualquier personaje inventado. Y yo soy un estropajo, a veces me gustaría darle una alegría, pero cada vez que empiezo, ella me para el carro en la mitad.
   —¿Sabés qué pasa, Roberto? Ahora soy yo la que no tiene ganas. Sos aburrido en tus métodos y me quitás la alegría de pensar que tal vez, un día…quiero que veas esto.
  Abrió las ventanas de la casa circular, que daba a un jardín circular, rodeado de plantas raras, que acariciaban el suelo y la cabeza. Hizo construir una pileta de quince metros de diámetro, el fondo iba de los tres metros a los cinco metros de profundidad.
   Roberto se quitó la ropa y se tiró de cabeza, apareció del otro lado, con flequillo de niño.
   —Sos una genia, Virginia, vamos hasta el fondo y nos damos un beso sopapa, como el primero.
   Cuando llegaron a la superficie, descansaron en unas colchonetas que compró Virginia. Ella había diseñado la casa redonda, de una arquitectura talentosa, las ventanas eran redondas. El escritorio, la biblioteca, el baño, el dormitorio, todo todo tenía 360°. De pronto le llovieron proposiciones de trabajo de casas redondas.
   —Roberto, me retardé, el trabajo no me permite organizar mis horarios. Te cuento porque, hace tanto que convivimos, sos mi mejor amigo. Debo discutir algo que me viene sucediendo y sé que te va a alegrar. ¿Sabés quién es mi primer ayudante? Quiso que yo fuese su mentora, ni bien lo vi me acordé, fue mi primer novio, pero no pasamos más que de besitos, no se usaban las relaciones íntimas si no estabas casado. Él me largó por una audaz que tenía buena disposición y ejercía su sexualidad. Él, después de tantos años, trabajó en casa, en la pileta, eligió el color de las malaquitas y es tan creativo que cuando inventó una zona térmica, quiso que la probáramos juntos, dijo que así nos pondríamos al día, con el tiempo perdido, en nuestro casto noviazgo. No sabés lo que es ese hombre, entró tantas veces en mí, disfruté como nunca jamás. Te invito a que mañana, nos mires como si tomaras un curso de instrucción, digamos. Él dijo que sería una experiencia interesante, que descansemos los tres en la cama redonda y hagamos en seco, lo que hicimos en el agua. ¿Qué te parece, Roberto? ¿No es un genio?

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