viernes, 3 de enero de 2020

CÓMO ERA?


   —Disculpe, Vecina, con este viento se me ha volado un calzón del tender. ¿Puedo pasar a buscarlo? -Si supiera que lo inventé-.
   La Vecina la miró con descuido de ocupada y le dijo que sí, que pasara. Ella fue displicente y destendió un corpiño con puntillas y un calzón, hilo dental. Lo hizo un bollo, agradeció y se fue.
   Qué sucia que tiene su casa, con razón la limpiaba y no paraba. De esa casa venían las ratas que invadían mi jardín.
   —¿Vos sabés lo que pasó? Salí del garage con el auto, para ir al trabajo y la vieja de al lado, me sacó las llaves, previo: “¿Me permite?” y se fue en mi auto a máxima velocidad.
   —¿Y vos qué hiciste?-Preguntó su Mujer con plumero en mano-.
   —Me fui caminando al laburo y lo busqué en el centro, en los estacionamientos, en lugares Rapi-Pago, no lo encontré, ni al auto ni a la vieja. La iba a denunciar, pero después pensé que el auto no tiene papeles, con tanto ajetreo de los aumentos, me olvidé. Recurrir a la Policía, ni en pedo, tuve miedo que me hicieran una multa.
   Tocaron el timbre. —Qué suerte que estás, querido, la Mujer que tomamos, todavía trabaja de Sirvienta. Es vieja, tiene auto y limpia dejando la mugre debajo de las alfombras. Al baño le echa lavandina y un chorro del perfume importado, que me regalaste. Del dormitorio dijo: “Señora, no vale la pena tender las camas, si a la noche las van a deshacer.”
   Apareció sin avisar. —Eso no es problema, sos tan buenmozo, aunque seas pobre, que a la noche nos acostamos sobre la alfombra, tiene tanta tierra que es blandita. Dormimos cucharita y si te da para otra cosa, que sea sin estruendo, la tierra vuela y la Vieja trajo ratas, las tiene en el jardín. Pero no me gustaría despertar con una rata entre mis piernas, pensando que sos vos.
   —Mire Señora, no sé qué le pasa, usted es nuestra Vecina, se confundió de Marido, de auto y de profesión.
   —Yo pensé que era dentista. 
   Le voy a pedir que me deje explicar.  Pido por favor que no lo difunda, mi trabajo es robar autos luego se los llevo a la Policía, que los desguaza y de ése hacen dos, a mí me pagan la mitad de uno. Son unos explotadores. Perdí la memoria, hago lo que puedo, tengo tres hombres en casa, e ignoro cuál es mi Marido. Por cualquier reclamo, yo me acuesto con los tres. Son muy jóvenes y pretenden cosas de mí, que no estoy acostumbrada. El otro día, le hice el desayuno a uno y me dijo: “Vos sí que sos rápida para los mandados”. Al final les doy lástima y me regalan ropa For Sale, bien ajustada. El primero que elogió mi experiencia, me habló con sinceridad: “Usted se llama María, como todas las Sirvientas”. Me dio cólera y le contesté: “Yo no soy ninguna Sirvienta, perdí la memoria, ni sé cuántos años tengo, dónde queda mi casa y quién es mi Marido. Hay Mujeres indignadas, porque les hago el favor a sus amantes y luego ellos, no tiene ganas de nada”.
   —Mire, María, comprendo su descontento, pero usted saca provecho de todo. Yo soy Psicólogo, la puedo atender tres veces por semana, seguro lo suyo, tiene cura. Recordará dónde vive, con quién se casó, cuántos hijos tiene, ¿y sabe cuál será el resultado? La va a matar el aburrimiento. Hay una opción, puede aceptar el Alzheimer y dejarse llevar por las sorpresas que depara el olvido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario