—Disculpe,
Vecina, con este viento se me ha volado un calzón del tender. ¿Puedo pasar a
buscarlo? -Si supiera que lo inventé-.
La Vecina la
miró con descuido de ocupada y le dijo que sí, que pasara. Ella fue displicente
y destendió un corpiño con puntillas y un calzón, hilo dental. Lo hizo un
bollo, agradeció y se fue.
Qué sucia que tiene
su casa, con razón la limpiaba y no paraba. De esa casa venían las ratas que
invadían mi jardín.
—¿Vos sabés lo
que pasó? Salí del garage con el auto, para ir al trabajo y la vieja de al lado,
me sacó las llaves, previo: “¿Me permite?” y se fue en mi auto a máxima velocidad.
—¿Y vos qué
hiciste?-Preguntó su Mujer con plumero en mano-.
—Me fui
caminando al laburo y lo busqué en el centro, en los estacionamientos, en
lugares Rapi-Pago, no lo encontré, ni al auto ni a la vieja. La iba a
denunciar, pero después pensé que el auto no tiene papeles, con tanto ajetreo
de los aumentos, me olvidé. Recurrir a la Policía, ni en pedo, tuve miedo que
me hicieran una multa.
Tocaron el
timbre. —Qué suerte que estás, querido, la Mujer que tomamos, todavía trabaja
de Sirvienta. Es vieja, tiene auto y limpia dejando la mugre debajo de las
alfombras. Al baño le echa lavandina y un chorro del perfume importado, que me
regalaste. Del dormitorio dijo: “Señora, no vale la pena tender las camas, si a
la noche las van a deshacer.”
Apareció sin
avisar. —Eso no es problema, sos tan buenmozo, aunque seas pobre, que a la
noche nos acostamos sobre la alfombra, tiene tanta tierra que es blandita.
Dormimos cucharita y si te da para otra cosa, que sea sin estruendo, la tierra
vuela y la Vieja trajo ratas, las tiene en el jardín. Pero no me gustaría
despertar con una rata entre mis piernas, pensando que sos vos.
—Mire Señora, no
sé qué le pasa, usted es nuestra Vecina, se confundió de Marido, de auto y de
profesión.
—Yo pensé que
era dentista.
Le voy a pedir que me deje explicar. —Pido por favor que no lo
difunda, mi trabajo es robar autos luego se los llevo a la Policía, que los desguaza
y de ése hacen dos, a mí me pagan la mitad de uno. Son unos explotadores. Perdí
la memoria, hago lo que puedo, tengo tres hombres en casa, e ignoro cuál es mi
Marido. Por cualquier reclamo, yo me acuesto con los tres. Son muy jóvenes y
pretenden cosas de mí, que no estoy acostumbrada. El otro día, le hice el
desayuno a uno y me dijo: “Vos sí que sos rápida para los mandados”. Al final
les doy lástima y me regalan ropa For Sale, bien ajustada. El primero que
elogió mi experiencia, me habló con sinceridad: “Usted se llama María, como
todas las Sirvientas”. Me dio cólera y le contesté: “Yo no soy ninguna
Sirvienta, perdí la memoria, ni sé cuántos años tengo, dónde queda mi casa y
quién es mi Marido. Hay Mujeres indignadas, porque les hago el favor a sus
amantes y luego ellos, no tiene ganas de nada”.
—Mire, María,
comprendo su descontento, pero usted saca provecho de todo. Yo soy Psicólogo,
la puedo atender tres veces por semana, seguro lo suyo, tiene cura. Recordará dónde
vive, con quién se casó, cuántos hijos tiene, ¿y sabe cuál será el resultado? La
va a matar el aburrimiento. Hay una opción, puede aceptar el Alzheimer y dejarse
llevar por las sorpresas que depara el olvido.

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