─Es más importante la flor que lleva en su
pecho, que su pecho. Debería tener unas tetas muy grandes, para que la flor se
ignore. Es mi primera cita a ciegas.
─Qué coincidencia también es mi primeras
cita a ciegas, yo no soy tan explícita como usted. Mire si yo le dijera que su
corbata tiene un color desagradable.
─Vamos a vocearnos para entrar en confianza.
En la próxima cita si querés, vení, pero cambiate de corbata.
Se encontraron a la misma hora y en ese
lugar, el día viernes. Pero con citas diferentes. Él se encontró con una mina
de tetas enormes y una rosa blanca sin espinas, en el medio de su pecho.
─Dudaba si vendrías, como no quedó muy
claro, por el tono de tu voz que no parecías entusiasmado.
Pudo ser así, pero en cuanto la vi pensé: “qué
bombón”, esta noche me la como.
─Ponete más derecha, porque se te acaba de
salir una teta, vos sostené el bretel que yo lo cuelo con la mano.
En otra mesa estaba la otra con una cita
deprimente. Pasó para ir al toilette e hizo tropezar al mozo y le llenó de
comida toda la ropa.
─Dejá que yo te paso la lengua por tus
manchas y vos me pasás la lengua, por las mías.
El que estaba con la tetona miraba su
primera cita de lejos y le tuvo ganas. Cuando ella fue al toilette, él entró
con ella y cerró la puerta con doble llave. Llamaron a la puerta diez veces,
pero la pasión en la mesada, no se puede interrumpir con diez golpes.
La tetona quedó sola, pero a ella no le
importaba, ya estaba acostumbrada.

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