Ignoraban que los Padres de Lulú y los de
Graciela se presentarían a la casa. Lulú miró a los cuatro:
─Nosotras aquí estudiamos con tres o cuatro
chicos. Pasen y vean.
Cada piso que conocieron tenía habitaciones
que ellos compartían dos en una, una en tres. Tenían horarios para estudiar. Estudiaban
seis horas y las dos horas restantes se divertían, cerraban la puerta con
llave. Los colchones, debido a los resortes oxidados se escuchaban: “clan tuc
clan tuc”.
─¡Ah...qué lindos sonidos!
─¿Podemos quedarnos unos días?─preguntaron
los Padres.
Todos dijeron que sí. Les dieron la
habitación más alta y se escuchaba el colchón también con los resortes
oxidados. Hicieron más escándalo que todos ellos juntos.
A Lulú le daba asco que sus Padres cojieran
y los retó.
─Hicimos una votación y el resultado dio que
se fueran.
─Qué pena! Fue como si pasáramos una luna de
miel.
─No, por favor, me dan vergüenza ajena,
además la miel es muy pegajosa ─dijo Graciela con ojos amenazantes y les abrió
la puerta para que se fueran antes.
Los
Padres les compraron el terreno lindante que venía con palmeras y una pileta de
aguas termales, de mármol de Carrara con un sector de hidromasajes.
Lo primero que hicieron fue dejar de
estudiar. Tomaron una mujer con experiencia en casas palaciegas, su nombre era
Micaela. Los chicos la trataban de: “Ché”. “Ché, alcanzame esto”, “ché haceme
lo otro”.
Micaela pendió una soga con roldana para no
subir y bajar tantas escaleras. Con su primer sueldo contrató una empresa de
limpieza. Se puso una bikini y se tiró a la pileta. No sabía que no hacía pie,
la salvó un amigo de los chicos y ella lo resarció con un polvo en el agua.
(Continuará)

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