Conocemos la Micaela agradecida por la
resucitación de Atanasio.
─Me gustaría que lo hiciéramos en seco.
Los Padres quedaron anudados entre
pensamientos de mal augurio. Esa tarde, Atanasio la dejó. Ella lo lloró y
después se le pasó. Por la noche fueron Prudencia, Modesta, Felisberto y el
Señor Atencio. No necesitaron abrir la puerta, entraron igual. Anduvieron por
toda la casa, eran invisibles, ni una mácula de ceniza.
─Mirá cómo tienen esta casa, ocuparon nuestros
cuartos.
─¡Y qué mal gusto!, son como los yanquis,
farabutes y fantocheros.
─Vamos a ocupar nuestros lugares y en vez de
tomar café, nos fumamos un porro del bueno, nos olvidamos del mundo que fue y
será una porquería, (robé unas palabrejas.)
Se fueron por la mañana y juraron no
visitarlos más.
─¡Por fin estamos solos!
─Aunque no parece, tu Madre es tan buena que
nos dejó el freezer lleno de comida.
Strelitzia tuvo un hijo sola, todos la
ayudaron, tejían enteritos, diseñaban camisetas y le hicieron sus primeros
borceguíes. Cuando cumplió un año en vez de decir Mamá, decía Puta y al
supuesto Padre, Puto.
Los bebés entienden todo, lo bautizaron: Mendieta,
porque nunca se quedaba quieto. La llamaron a Micaela, fue su nodriza, le daba
de tomar de su propio pecho y lo inició en el manejo de los cubiertos. Los
hombres le preguntaron si podían tomar de sus tetas. Micaela se indignó, pero
después se le pasó, les dio de mamar a todos. Micaela comenzó a odiar a
Strelitzia.
(Continuará)

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