Se podía nadar aunque estuviera prohibido.
Llevamos dos tubos de oxígenos cada uno, escafandras y patas de rana. Caminamos
hasta el agua y nos sumergimos.
Desde los años cincuenta varias inundaciones
se llevaron barrios enteros. Entramos por un agujero y vimos autos apilados
viejos y oxidados.
Seguimos otra ruta que iba más abajo y
encontramos una ciudad perfecta de escasas dimensiones y así seguimos hasta que
nos quedamos sin pila en las linternas.
Una viejita frente al lago nos alcanzó dos
tohallones. Estábamos temblando y ella nos invitó a tomar un té para que nos
entibiara el cuerpo.
Una casa de libro, rodeada de ventanitas con
malvones y una entrada con arco de medio punto. Había una salamandra prendida,
nos quedamos dormidos y nos tapó con frazadas. Fue ella la que nos contó
aquellas historias:
─Estuve presente en dos inundaciones, parecía
el fin del mundo. Hay barrios apilados unos sobre los otros. Parecido a las
pirámides Mayas, debajo de ellas hay otras pirámides y otras. Hay ONG que a
veces horadan la tierra para estudiar alguna de las pirámides no descubiertas.
La Anciana se hamacaba en su silla de
mimbre, estaba semi dormida, los chicos cortaron flores de su jardín y las
pusieron en un florero con una carta llena de agradecimientos y abrazos.
Empezaron a visitarla casi diariamente, la veían
cada vez más deteriorada. Cuando dejó de hablar, de comer, de caminar. Llegaron
los chicos y estaba muerta. Entre las manos llevaba un sobre apretado. Les dejaba
la casita a ellos.
A la semana se mudaron. Entraba el sol por
todas las ventanitas.
─Qué lindo se ve el lago desde acá ─dijo uno.
─El
pantano ─dijo el otro.
─El
lago.
─No, el pantano.
─El lago.
─No, el pantano.

No hay comentarios:
Publicar un comentario