miércoles, 8 de septiembre de 2021

HAMACA DE MIMBRE

 

   Se podía nadar aunque estuviera prohibido. Llevamos dos tubos de oxígenos cada uno, escafandras y patas de rana. Caminamos hasta el agua y nos sumergimos.

   Desde los años cincuenta varias inundaciones se llevaron barrios enteros. Entramos por un agujero y vimos autos apilados viejos y oxidados.

    Seguimos otra ruta que iba más abajo y encontramos una ciudad perfecta de escasas dimensiones y así seguimos hasta que nos quedamos sin pila en las linternas.

   Una viejita frente al lago nos alcanzó dos tohallones. Estábamos temblando y ella nos invitó a tomar un té para que nos entibiara el cuerpo.

   Una casa de libro, rodeada de ventanitas con malvones y una entrada con arco de medio punto. Había una salamandra prendida, nos quedamos dormidos y nos tapó con frazadas. Fue ella la que nos contó aquellas historias:

   ─Estuve presente en dos inundaciones, parecía el fin del mundo. Hay barrios apilados unos sobre los otros. Parecido a las pirámides Mayas, debajo de ellas hay otras pirámides y otras. Hay ONG que a veces horadan la tierra para estudiar alguna de las pirámides no descubiertas.

   La Anciana se hamacaba en su silla de mimbre, estaba semi dormida, los chicos cortaron flores de su jardín y las pusieron en un florero con una carta llena de agradecimientos y abrazos.

   Empezaron a visitarla casi diariamente, la veían cada vez más deteriorada. Cuando dejó de hablar, de comer, de caminar. Llegaron los chicos y estaba muerta. Entre las manos llevaba un sobre apretado. Les dejaba la casita a ellos.

   A la semana se mudaron. Entraba el sol por todas las ventanitas.

   ─Qué lindo se ve el lago desde acá ─dijo uno.

   ─El pantano ─dijo el otro.

   ─El lago.

   ─No, el pantano.

   ─El lago.

   ─No, el pantano.

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