Había motoqueros, autos, bicicletas y patinetas.
Él no se podía mover, nadie se podía mover de donde estaba. Se sumaron más
autos y él justo alcanzó a abrir la ventanilla. Logró subir al techo del auto. Después
saltó a otro y de ese otro. Saltó todos los techos hasta llegar a su casa,
fueron 180 autos que saltó.
─¿Y los dueños de los autos no te decían
nada?
─No podían porque había cincuenta corredores
de techo.
─Es hora que lo lleves a la Escuela, se hace
tarde, pero sin auto no hay manera.
─Sí hay, miré en el mapa y serían
veinticinco techos hasta llegar a la Escuela. Escuché por radio, se juntaron un
millón de autos.
─Ni se te ocurra llevar a nuestro hijo de
esa manera.
─No, Mamá, no hay peligro, nosotros con mis
amigos saltamos todos los días.
Ellos hicieron empanadas para vender en la
tranca, entre auto y auto los conductores les compraron todo. Invirtieron en agua,
gaseosas, termos de café. Y había manos en las ventanillas esperando que les
vendieran. Vendían al triple de lo que costaba cada cosa. Empezaron los
insultos: “me vas a pagar el abollón del techo, boludo”. Tuvieron que correr
por encima de los autos, los invitaron a refugiarse en una casa rodante.
Entraron como diez, pudieron dormir,
arrancaron, ellos siguieron en la rodante. Cuando pasaron el semáforo rojo, les
pidieron que se bajaran. Fueron a pedir amparo a lo del Tío Fray Luna.
La casa tenía todas sus paredes con autos
incrustados. Fray Luna que era un santo, decía:
─Me gusta cómo quedan autos en lugar de
paredes.
Fue un Tsunamiautos. Salvó a tres que
estaban muy heridos, no había Ambulancias ni Móviles Policiales, todos fueron
aplastados dentro de sus vehículos.
─Muy
triste la verdá.

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