Si acá no viene nunca nadie. ¿Cómo se puede
perder? Es el mejor sweater que tengo, igual al de mi hermano. A él no le
pregunto porque seguro se ofende.
Es de pelo de conejo me lo trajo un amigo de
Italia, hace mil años, pero está impecable.
Cada vez que tomo el micro a mi trabajo,
observo a todo el mundo a ver si alguien lo porta. Puede ser un ladrón, alguna Mucama
que trabajó en casa. Esto último me molesta.
Siempre que falta algo la culpa es de la
Mucama, costumbre de burgueses pelotudos. En el escritorio abrí todos los
cajones peor había sólo expedientes, pedí permiso a mis compañeros y busqué en
otros escritorios también. Se preocuparon ellos, revisaron hasta la oficina del
Jefe Puajj. Así era su apellido.
Bajé a la casa del Portero y le expliqué la
situación. Dijo que era el encargado de limpiar por las noches. Pidió perdón y
con cara de circunstancias preguntó:
─¿Usted sospecha de mí? Quédese tranquila,
que soy honrado. Igual recuerdo su pullover, le quedaba tan bien que todos
hablaban de él, con una mezcla de admiración y envidia.
Pregunté en la Cafetería de enfrente, donde
voy todos los días, se ruborizó pensando que yo lo creía un ladrón.
─Te pido por favor que observes a los
parroquianos, ellos suelen olvidarse de alguna cosa.
Me di por vencida. ¿A quién le iba seguir
preguntando? ¿A la Policía? Esos sí en un descuido lo podrían haber sustraído.
Robar se a incrementado mucho en estos tiempos.
Volvía a casa en un Uber, a él también le
pregunté porque lo conocía. Dijo que no:
─Yo siempre me fijo antes que descienda el
pasajero, lamento desilusionarla, pero nunca encontré nada.
Entré
a mi departamento llorando, me miré en el espejo y lo tenía puesto, con la
capucha levantada. La gente hoy por hoy es indiferente.

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