Yo no tengo la culpa de ser negra mota.
Salgo a conseguir un trabajo, pero no encuentro. Más de cuarenta y siendo de
color soy rechazada. Los prejuicios que tienen, producen mi perjuicio. Tomé un
Subterráneo y miré un papelito pegado a mi zapato, algo sin importancia, lo
leí. Era un aviso “Se necesitan personas de color para desfilar vestidos de
diseño, la condición es un metro setenta de altura y delgadas.” Tenía la
dirección. Conseguí una entrevista donde me recibieron con admiración.
─Usted es la mujer indicada, hay otras
también, pero vos sos la mejor de todas esas lagartijas. Deberás estar
dispuesta a transparencias y escotes descarados, cuando estés indispuesta no
podrás desfilar. Se notarían tus ojeras y el mal humor.
─A mí se me retiró a los cuarenta, por lo
que me decís, no debo preocuparme.
─En este lugar te pagarán más que bien.
Tendrás la posibilidad de encontrar mujeres adquirentes y hombres ricos con
ganas de cojerte. Después de alguna invitación a comer para lucirse y en él
mientras tanto las ganas de colarse en tus tetas. Te sentirás con el ego
engrosado. Y si las ganas de los dos son coincidentes, para eso están los
baños. El ricachón cerrará con llave y en el maletín llevará un colchón
inflable.
Yo no sabía qué decir. Le voy a pedir que me
haga de todo, menos en ese lugar prohibido, el culo. Eso sí que no. Es de mi
propiedad y lo uso sólo para cagar.

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