sábado, 22 de abril de 2023

QUÉ MÁS DECIR

 

   Me mintió, alguna vez lo había sospechado.

   Recibí un llamado anónimo donde me contaron todo sin piedad y con odio. Le corté.

   Su saludo era:

   ─Me voy a trabajar, se me hizo tarde, entre tus reclamos amorosos y las películas de netflix, nos acostamos a las tres.

   ─¿No vas a desayunar?

   ─No.

   Dio un portazo y se fue.

   Llamé a su trabajo en varias oportunidades y nunca estaba. Decidí seguir sus pasos, caminaba rápido y en la Calle Chacabuco 584 tocó un timbre. Lo atendieron enseguida. Lo esperé en un café pirulo, fumé un atado de puchos y tomé doce cafecitos.

   Lo vi salir del edificio seis horas después, lo acompañaba una mina flaca alta y rubia, con aspecto de yiro.

   Se convirtió en una obsesión, seguirlo de lejos.

   Pasé por una cerrajería e hice cambiar la cerradura de casa.

   Después de tres días apareció. Escuché sus llaves, no pudo abrir y golpeaba la puerta. Lo atendí por la mirilla y le pedí que se fuera.

   ─No te quiero ver nunca más.

   Y lo miré cuando se iba, llevaba un traje nuevo y zapatos color caro. Escuché sus pasos melifluos y un gran alivio me mandó a la cama.

   Estaba tan cansada de caminar para seguirlo a donde fuera, me sentí imbécil. Qué más decir.

   No pude dormir, salí a la mañana para seguir al yiro de lejos. Ella tomó el subte, me senté en otro vagón. Nos bajamos al unísono, la corrí, la insulté y cuando la tiré de los pelos me quedé con una peluca rubia en la mano. Tenía voz de hombre.

   Qué más decir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario