domingo, 23 de abril de 2023

LAS AMIGAS FINAS

 

   Terminó el castillo y nos invitó a comer.

   —Milena, ¿viste el castillo?, es totalmente barroco y encima lo cubrió con piedras de colores —dijo Ester.

   —Qué mal gusto tiene la Duquesa de Malavida, por favor.

   Las recibió el Ama de Llaves, Clorinda. Para saludarnos se agachó hasta el piso.

   —Nosotros somos los finos de esta invitación, los ordinarios son absurdos, suerte que estamos nosotros para que aprendan la diferencia —dijo Milena.

   —Hay que llamarla Duquesa sólo, Malavida no le gusta, habrá tenido flor de mala vida —aclaró Ester.

   —Miren cómo está vestida aquella mujer. Un escote que le termina en el ombligo y atrás casi casi…ese corset le debe aplastar los pulmones, forrado de satén y una pollera que le llega a los zapatos amarillos de tacos altos, con siete vueltas de perlas rodeando el tobillo y una esmeralda en el dedo gordo —observó Ester.

   —Las demás, flores de percal superpuestas.

   —Las interrumpo —dijo Clorinda con una inclinación de cabeza hasta el pecho.

   —A continuación de la mesa de ustedes comienza la de los señores.

   Tenían un listón de papel crepe, color fucsia que los separaban.

   —Los hombres hablando de mujeres y nosotras, hablando de hombres. Jah! Son tan obvios.

   Iban por la décima copa de clericó, cuando las damas vieron que la cortina se movía. Los caballeros estaban bajo la mesa y beodos, les abrían las piernas a todas y sumergían sus cabezas lo más hondo que podían.

   —¡Milena! ¡Milena!, despertate.

   —No saben la pesadilla que tuve, no se las puedo contar para evitar mi vergüenza.

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